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La opinión del experto

Organización desesperante

Antonio Cancelo relata unas jornadas de trabajo, vividas recientemente en Puerto Rico junto a otros directivos, que acabaron por crisparle los nervios debido sobre todo al desorden de horarios

Lejos ya del caluroso y húmedo clima del Caribe, más a tono con lo que para mí resulta habitual, conservo fresco en la memoria la intensidad y el calor, esta vez no físico, de unos días de contacto, intercambio y comunicación con las cooperativas de Puerto Rico y, más en particular, con sus directivos y algunos miembros del mundo político local. Siempre se dice que la cultura es un elemento determinante del comportamiento en cualquier ámbito de la vida y, en consecuencia, también en el mundo empresarial y en el modo de hacer de los directivos. Las diferencias que he podido contrastar con lo que para nosotros resulta más habitual son importantes y la mayoría no son cuestiones de matiz, ya que responden a modos de entender la vida asentados, seguramente, en líneas divergentes a partir de una base común establecida por los descubridores.

Tenía curiosidad por saber si el bello y amable país portorriqueño se había aproximado, y en qué medida, a la cultura norteamericana, no en vano tiene el estatus de Estado Libre Asociado, y la verdad es que salvo la inclusión de términos ingleses en la conversación ordinaria, la aplicación de las leyes estadounidenses y el nivel de precios, todo lo demás sigue siendo eminentemente caribeño.

La manifestación de su cultura en el terreno de la práctica directiva comienza con el primero de los actos celebrados, consistente en una reunión de los ejecutivos más importantes del mundo cooperativo con representantes políticos del máximo nivel pertenecientes a las tres instancias principales del país: Cámara de Representantes, Senado y gobernador.

'Hay cuestiones que los portorriqueños deberían revisar para mejorar el rendimiento de sus negocios'

Todo comienza con un presentador que ocupa más tiempo del que aquí parecería normal para detallar la secuencia del acto y la presentación de cada uno de los participantes, que son todos los miembros de las instituciones presentes más los presidentes de las organizaciones representativas del mundo cooperativo. Estando programado el inicio de la sesión a la una de la tarde, comienza efectivamente casi a las dos, con la entonación solemne por una soprano del himno de los Estados Unidos, de Puerto Rico y del Cooperativismo.

Choca fuertemente con el modo de hacer en nuestro entorno más próximo, pero resulta natural en su cultura. Aun antes de la intervención de los oradores, una señora que creo pertenecía también a las instituciones políticas, reza solemnemente una oración pidiendo la ayuda de Dios para el buen fin de la jornada. Esta referencia a lo sagrado será una constante a lo largo de la reunión, así como en otras celebradas posteriormente. Así, por ejemplo, en un reconocimiento que me hizo la Cámara de Representantes al final de mi estancia se lee textualmente: 'Por Jehová son ordenados los pasos del hombre'. Este enfoque general de las reuniones, conferencias, etc., que a buen seguro a nosotros pueden parecernos excesivamente cargados de liturgia, encajan a la perfección en su cultura y en sus creencias y no concebirían un modo distinto de hacer las cosas. Alguna ventaja puede tener, ya que indudablemente refleja que existen algunas coincidencias de fondo en el conjunto de la sociedad, lo que parece difícil encontrar entre nosotros, al menos en los terrenos políticos y religiosos.

La primera reunión concluye a las cinco y media de la tarde, sin que a nadie se le haya ocurrido decir nada respecto a la comida, y sólo al término del acto se sirve un bufet frío. Esta indudable anarquía organizacional la pude corroborar en otras varias reuniones que, organizadas con gran boato y en instalaciones hoteleras de lujo, jamás respetaron el horario previsto, ni siquiera los salones en los que estaban anunciadas, por lo que encontrar el lugar de celebración se convertía en una tarea compleja.

Pero este modo de hacer las cosas que a mí me parecía desesperante ellos lo consideraban normal, hasta el punto de que en una ocasión, y debido a los retrasos acumulados, cancelasen la ponencia de un orador que estaba en su lugar en la hora precisa que le habían asignado y que, al ser del país, tampoco le pareció una descortesía y lo aceptó con absoluta naturalidad. Tantas imprecisiones, tantos incumplimientos, parecían conjurados con una calidez humana que empequeñece el calor de la isla. La cercanía, el afecto, la constante preocupación por nuestro bienestar, chocaba también con un lenguaje formal en el que difícilmente conseguía apear el usted a pesar de mis esfuerzos, otro elemento que diferencia las culturas.

Más allá de las comprensibles diferencias que marcan el comportamiento directivo, hay cuestiones que deberían revisar, en un esfuerzo por mejorar los rendimientos de los esfuerzos formativos y seguramente también el de sus negocios. Mientras las actividades económicas se dirijan al mercado interno de la isla, los efectos negativos de un rigor relajado seguramente podrán soportarse, pero será bueno no confiarse demasiado, ya que en las economías abiertas en que inexorablemente tenemos que vivir, el aprovechamiento de todos los recursos es absolutamente necesario.

Las personas jóvenes que he conocido y que ya desempeñan cargos de responsabilidad constituyen una esperanza de futuro para, sin abandonar tantas cosas buenas como forman parte de su cultura, modificar algunos comportamientos relativos al respeto en el cumplimiento de los programas que definan y de los objetivos que se planteen. El momento que viven, principalmente en el sector cooperativo, presenta algunos signos de esperanza, tanto en la preocupación que le dispensa el mundo político como en el vigor de algunos proyectos jóvenes que parecen contar con las bases necesarias para prosperar, al tiempo que pueden ser el soporte para la necesaria integración empresarial que los mercados demandan.

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