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Crónica de Manhattan

La fiesta de Greenspan

Hace dos semanas el G-7 fijó cita para una próxima reunión en diciembre. Será en Londres. Previsiblemente, los Siete revisarán el impacto de los precios del petróleo en la economía, examinarán la situación cambiaria y los déficit. Y luego, se irán de fiesta. Los ministros de finanzas y los gobernadores centrales de los países más ricos quieren despedirse por todo lo alto de uno de sus colegas, Alan Greenspan.

A sus 79 años, Greenspan deja el 31 de enero la presidencia de la autoridad monetaria de EE UU. La fiesta de Londres será uno de los homenajes que se haga a un hombre difícil de reemplazar tras 18 años en el puesto y que ha sido calificado como 'Maestro'. No obstante, y pese a la gravitas que le acompaña, Greenspan no ha sido ajeno a las críticas. Su juicio fue objeto de reproches por parte de los economistas y políticos menos conservadores cuando bendijo los millonarios recortes de impuestos de George Bush en la primera legislatura.

Pero la verdadera controversia es si su política monetaria ha animado (y anima) la creación de burbujas especulativas. æpermil;l mismo volvió a terciar en este debate sobre los nueve últimos años de su mandato y que, hasta ahora, ha centrado en las exuberancias bursátiles de los noventa. Lo hizo el martes en una conferencia ante la Asociación Nacional de Economistas de Negocios. En ella, Greenspan admitió que de éxito también se muere.

'Probablemente la mayor ironía de la política económica es que tener éxito en la estabilización lleva consigo sus propios riesgos'. Es decir, la creación de burbujas.

Según Greenspan, la política monetaria y, de hecho, todas las políticas si consiguen su objetivo durante un amplio periodo de tiempo, 'reducen la variabilidad económica'. Esto lleva a los inversores a tomar mas riesgos. El presidente de la Fed advirtió que 'periodos largos de baja preocupación en el riesgo crediticio han sido invariablemente seguidos de una inversión' en los precios de los activos espoleados por la euforia.

Greenspan no concretó qué precios le preocupaban, pero un día antes, en otro discurso, perfiló el ejemplo más actual de esa 'víctima' del buen hacer de la política monetaria: la vivienda.

El presidente de la Fed sólo se ha referido a este problema hace unos meses y ha descrito la situación como 'localmente espumosa', sin mencionar la palabra burbuja. El lunes, sin embargo, dijo que los americanos son cada vez más dependientes del crédito que consiguen mediante la hipoteca de sus casas, algo que les permite aumentar su consumo. Y todo ello gracias a unos tipos bajos. Los cálculos que ha hecho sobre esta materia se acaban de publicar en un estudio de la Fed que él mismo ha confirmado. Es el segundo que rubrica en 18 años. Greenspan dijo que una subida en los tipos reducirá los gastos de las familias y aumentará el ahorro, un cambio que afectará el consumo, pero que no tiene por qué ser 'perturbador'.

Su discurso no ha dejado muchas dudas de que para los consumidores, la mayor amenaza será la vuelta a la normalidad del mercado inmobiliario. No obstante, Greenspan reafirmó que no se puede contar con la Fed para la tarea de identificar y reventar burbujas (como se comprobó en los noventa). 'Simplemente, no es realista', dijo. La solución, Greenspan dixit, es dejar que los mercados sean tan flexibles y desregulados como sea posible para que absorban los shocks. El debate sigue abierto.

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