El reglamento, un buen inicio
Hace sólo unos días este diario publicaba un debate abierto acerca del futuro de la inversión colectiva, a la vista de la inminente aprobación de un reglamento de fondos flexibilizador y modernizador que regularía, de forma paradójica, una industria rígida tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda. Buena parte de los expertos consultados destacaba que el reglamento estaba mucho más avanzado que la realidad del sector, y que sentaba una buena base para el desarrollo futuro. Ayer, el Ministerio de Economía presentó en sociedad el proyecto de real decreto sobre inversión colectiva. Un texto sofisticado, cuya elaboración ha llevado año y medio, y que aborda prácticamente todos los aspectos del sector, desde la transparencia a la venta de productos españoles fuera, pasando por salvaguardas que eviten un escándalo en los fondos como el de Estados Unidos en 2004, la creación de fondos cotizados o la regulación de los famosos hedge funds.
Al inversor de a pie esto le suena a chino. Probablemente siga comprando garantizados en su banco de toda la vida. ¿Hacían falta, entonces, tantas alforjas para este viaje? Con toda seguridad, sí. La regulación no ha de ir por delante de la realidad, pero sí debe estar preparada para afrontar el futuro. A medida que el inversor sea más exigente en sus demandas, la industria viajará hacia una estructura en la que la competencia se libre en las características del producto, y no a partir de sus redes de comercialización y campañas de marketing. Algo que ya ocurre, si bien sólo en una pequeña parte del mercado.
En todo caso, la Administración tiene que hacer la segunda parte del trabajo, es decir, aplicar la normativa. En este sentido, todo esfuerzo es poco a la hora de garantizar que los buenos propósitos de transparencia y formación de los inversores se cumplan. Sentadas estas bases, el mercado debería evolucionar, en condiciones normales, hacia una arquitectura más abierta.