La biotecnología, clave en el desarrollo del sector agrario español
A nadie se le escapa a estas alturas que la situación del sector agrario español es crítica. A las caídas de precios en origen se suman las imparables subidas del gasóleo, las interminables modificaciones de las ayudas PAC (Política Agraria Común), los controles SIG-PAC y la implantación del pago único, con lo que conlleva de errores, alegaciones y plazos limitados.
A todo este cúmulo de situaciones adversas, como si no fueran suficientes, se ha añadido con toda virulencia una pertinaz sequía que está arruinando la economía de buena parte de las explotaciones agrarias del país y el ánimo y la vocación profesional de nuestros agricultores y ganaderos.
Sin embargo, aunque de forma muy esporádica, llegan al sector agrario avances y posibilidades de incorporar mejoras tecnológicas que permiten vislumbrar soluciones a los graves problemas que nos acucian. Es el caso de la biotecnología aplicada a la agricultura.
En opinión de la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja) es preciso hacer frente al pavoroso problema de la sequía con un esfuerzo inversor en la desalación y en trasvases factibles y racionales. Sin embargo, cualquier alternativa debe ir acompañada siempre de la mejor tecnología aplicada en las explotaciones para usar de modo eficiente el preciado recurso del agua.
Los cultivos transgénicos nos permiten cultivos resistentes a la sequía con la posibilidad de llegar a obtener una cosecha con dotaciones de agua muy reducidas.
Otro avance muy valorado por los agricultores maiceros es el hecho de que en las zonas proclives al ataque de taladro, el aumento de producción utilizando variedades transgénicas protegidas es del 11%, con un ahorro de agua del 10% por cada tonelada métrica de maíz producido. Ahorro que podría ser mayor si los agricultores españoles pudiéramos sembrar variedades de maíz tolerantes al glifosato (herbicida del maíz), pues son menos exigentes en labores y facilitan la agricultura de conservación, añadiéndose así una plusvalía medioambiental nada desdeñable. No entendemos el retraso en la aprobación de estas variedades para cultivo cuando su incorporación y consumo ya están autorizadas en toda la Unión Europea desde octubre de 2004.
El futuro, con la aplicación de la biotecnología en nuestro sector, promete. Pero su desarrollo puede pasar de largo en España si se siguen poniendo trabas al cultivo de estas variedades (a pesar de su demostrada seguridad y completa legislación para permitir la libre elección por los consumidores). Es hora -a juicio de Asaja- de agilizar la evaluación de ésta y otras nuevas tecnologías, pues con la pérdida de competitividad y las negativas perspectivas que se ciernen sobre el sector podemos perder valiosos puestos de trabajo directos e indirectos.