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CincoSentidos

Ciudadanos ante el reto de recuperar la normalidad

Confusión, imágenes de las que quedan grabadas y un macabro baile de cifras suceden a las bombas que atentan contra una sociedad. La británica, como antes las de Nueva York y la madrileña, vivió ayer entre el sentimiento de rabia y una intensa solidaridad la tragedia de Londres. Toda acción invita a una reacción, y un atentado, en las personas que lo sufren directa o indirectamente, genera la quiebra total de la concepción del mundo.

Pesadillas e insomnio, imágenes que se repiten, sensación de indefensión, pesimismo y dificultad para enfocar la atención atacan a quienes han estado expuestos a un atentado terrorista.

La Unidad de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid editó una guía de autoayuda tras los atentados del 11-M de Madrid y en ella recoge un punto clave: lo más sensato es no dar importancia ni credibilidad a los pensamientos que fluyen en los días inmediatos. En este sentido, se aconseja frenar en seco los sentimientos reactivos o llevar a cabo técnicas de desahogo psicológico.

'No hay daño, ni el causado por catástrofes naturales, que se asemeje al del terrorismo'

'No conviene ser invasivo, pero este tipo de paciente debe sacar lo que lleva dentro y más del 90% de las personas terminan recuperando su estado normal', explica el responsable de los servicios de Psiquiatría del Hospital La Princesa de Madrid, Eduardo García Camba.

Este doctor, con experiencia reciente en el tratamiento de las víctimas del 11-M, comenta que en Londres se debe cuidar la salud emocional de cada uno de los afectados y actuar para que la ciudad supere lo antes posible la sensación de luto. 'Las autoridades sanitarias y Gobierno tienen que actuar coordinadas y los mensajes serán afectivos y aportarán sensación de seguridad', observa.

Guardia emocional baja

Los psiquiatras israelíes, quizás los más acostumbrados a trabajar en condiciones semejantes a las que sufre Londres hoy, utilizan un término que habla del grado de resistencia de una urbe: resiliencia. La depresión ha cundido en una ciudad que un día antes festejaba el ser elegida sede olímpica, por lo que psiquiatras y psicólogos consultados dudan de su grado actual de resiliencia. Y es que, según defienden, no reacciona igual una sociedad que convive con la amenaza que otra relajada. A pesar de todo, Reino Unido contabilizó 1.061 muertos en la etapa negra que fue de 1985 a 1989 en un total de trece catástrofes. David Kinchin, autor de la obra Estrés postraumático. La herida invisible, calcula que hay cerca de un millón de ingleses que viven anclados a una hecho traumático y no consiguen superarlo.

En el caso del sentimiento de un colectivo de millones de personas, el impacto emocional es proporcional a la cercanía al suceso y su intensidad puede ir, como se ha demostrado en distintos informes, por barrios. 'No hay daño, ni siquiera los causados por las grandes catástrofes naturales que se asemejen al del terrorismo', apunta el presidente de la Asociación Europea de Psiquiatría Social, Francisco Alonso Fernández.

Este experto cree que el primer objetivo de los responsables del atentado, que es causar el pánico y debilitar a la sociedad, está cumplido en Londres. Por eso, siempre se muestra contrario a la tentación de la negociación política con los terroristas -aunque aboga por el diálogo- y advierte del peligro que corren amplios colectivos 'frente a equipos de orientación sectaria'. Otro riesgo para la ciudadanía es el de un posible 'cortocircuito' en su relación con la cúpula del país.

'El duelo de un grupo es más duradero que el de un individuo. En el caso de Madrid, la sociedad no ha superado aún los atentados de hace más de un año', opina el doctor Alonso Fernández. En lugares públicos de Nueva York, por ejemplo, han permanecido carteles de ayuda médica gratuita a los afectados por el 11-S durante más de dos años.

Visto el caso de Londres, el problema de las ciudades deprimidas es el efecto rebote: 'Quienes fueron víctimas vuelven a verse en ese papel', cuenta Francisco Duque, psicólogo del hospital madrileño Gregorio Marañón especializado en intervenciones críticas.

Bajo la impresión de Duque, la amenaza que supone el terrorismo aconseja preparar a la sociedad. El psicólogo cree que es peligroso si no se maneja bien el mensaje, por lo que debe hacerse con el control de personal especializado.

En lo que coinciden los doctores encuestados es en que la pena que inunda a los británicos sirve de nexo de unión como reacción ante la barbarie. La gente, dolida, necesita colaborar y los más afectados tienden a agradecer las muestras de solidaridad.

La herida abierta en Londres, defienden, 'no tiene cura, pero con el tratamiento adecuado su sociedad aprenderá a convivir con la idea de que es vulnerable'.

Psicología de crisis

No es la primera vez que los británicos se enfrentan a una tragedia de estas dimensiones. El terrorismo del IRA y desastres como el del estadio de Hillsborough, donde 96 hinchas del Liverpool murieron por aplastamiento en 1989, contribuyeron a la aparición de centros especialmente dedicados al tratamiento de las víctimas.

 

 

 

¦bull;El Centro de Estrés Traumático de Swansea (Gales) fue creado para atender a miembros del ejército y de los servicios de emergencia que padecieran el síndrome de estrés postraumático, pero ahora presta asistencia psiquiátrica a todo tipo de pacientes.

 

 

 

¦bull;El de Aberdeen (Escocia) fue fundado tras la explosión de la plataforma petrolífera de Piper Alpha, al noroeste de Escocia, donde murieron 167 trabajadores en 1988. El centro también trató a víctimas del atentado terrorista de Lockerbie (270 muertos, 259 de ellos pasajeros de un avión, ese mismo año) y del tiroteo de Dunblane (17 fallecidos en una escuela en 1996).

 

 

 

¦bull;La clínica de Charlotte Street en Londres ha recibido el reconocimiento del Gobierno por su atención a los veteranos de la primera Guerra del Golfo. En 1987 apoyó a los afectados por el incendio en la estación de metro de King's Cross (uno de los focos de los terroristas en el día de ayer), que causó 31 muertos. Los psicólogos concluyeron que hasta 670 personas eran víctimas potenciales de los efectos anímicos de la tragedia.

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