Plantar cara al terrorismo
El horror terrorista golpeó ayer de nuevo con toda su crudeza en un centro neurálgico del mundo occidental. El escenario elegido esta vez para representar la macabra danza de la muerte fue el corazón financiero de Londres. Pero las noticias de decenas de muertos y cientos de heridos que desde primera hora de la mañana inundaron los medios de comunicación de todo el mundo hicieron revivir automáticamente las más trágicas escenas del 11-M o del 11-S, que aún duelen en el alma de millones de españoles y estadolunidenses. El 7-J se suma ahora a esa negra lista de fechas fatídicas.
El atentado de ayer viene a refrendar el mayor de los temores. Los terroristas islamistas han vuelto a demostrar que pueden atentar prácticamente cuando y donde quieran.
Londres pasa por ser una de las ciudades más seguras del mundo. Y más en estas jornadas, justo cuando en Gran Bretaña se está celebrando nada más y nada menos que la reunión de los hombres más poderosos del mundo, agrupados en torno al G-8. Pero también es una de las más atractivas para los macabros intereses del terrorismo internacional. Y más cuando el primer ministro británico, Tony Blair, ha unido su condición de aliado inquebrantable de Estados Unidos a la de ser el gran referente político de la conturbada Europa. Un Blair, además, eufórico después de ser laureado con el triunfo en la batalla por organizar los Juegos Olímpicos de 2012.
Por todo ello, como anfitrión y víctima, fue el encargado de encabezar la respuesta política mundial a un despiadado ataque que Al Qaeda sigue relacionando con la guerra de Irak y que amenaza con extender a otros países como Italia o Dinamarca. El primer ministro británico anunció, a última hora de la mañana, que la cumbre de Edimburgo seguía su curso, mientras él se ausentaba para capitanear la reacción oficial ante la desgracia.
Inmediatamente después se fueron sucediendo las muestras de apoyo de todas las grandes potencias, a la vez que la mayoría de ellas anunciaba la puesta en marcha de planes de máxima alerta. Una rápida respuesta que, en el trasfondo, tiene un claro significado. La sociedad está empezando a interiorizar que no hay más remedio que convivir con la presión terrorista y actuar en consecuencia.
Ello explica, al menos en una gran parte, el comportamiento de los mercados. Cierto es que, a medida que llegaban las primeras noticias de los atentados, las Bolsas fueron cayendo en picado. El Ibex llegó a perder un máximo del 4,4%. Pero esa tendencia se fue moderando según avanzaban las horas, sobre todo después de que Wall Street lanzase mensajes de tranquilidad. El pánico se trocó en convulsión, quizá pensando en que ni el atentado de Nueva York ni el de Madrid tuvieron efectos letales sobre la economía mundial.
La trágica jornada de Londres obliga a plantear la siguiente cuestión: ¿cómo reaccionar ante este cruel chantaje terrorista? Este diario titulaba su editorial del día 12 marzo de 2004 así: Resistir el terror desde la libertad. Seguimos creyendo en esa máxima.