Pedro Martínez Méndez, adiós a un sabio de la economía
Tímido, huraño, tajante era el caparazón en el que se escondía un sabio. Tuve el privilegio de trabajar con Pedro Martínez Méndez durante los ya lejanos ochenta. Era el director general del Tesoro y provenía del Banco de España, donde había acopiado un prestigio incuestionable, que era fruto de su más que sólida formación y de su dedicación al trabajo, y que le permitía esgrimir su independencia de criterio y poder discrepar con otros colegas, tal vez más famosos, que años después le pasaron factura. No trataron bien al sabio.
Comprometido, progresista, culto, apabullante por sus conocimientos. Todavía recuerdo su análisis sobre los efectos tributarios de las provisiones contables de las entidades financieras. Me entregó las galeradas de una de sus obras y me pidió mi modesta opinión. Al leer sus páginas me sorprendí de su profundidad y precisión en materia fiscal. Sus conocimientos le hicieron también una pieza básica en la elaboración de la normativa de planes y fondos de pensiones y supo transmitirme su visión crítica del sistema financiero. Supe que era un sabio.
Disfrutaba cuando escribía y más aún cuando sabía que sus textos llegaban al BOE. Cuántas de sus ideas se plasmaron en la normativa del mercado de valores, cuántos de sus planteamientos sirvieron para diseñar la CNMV. Y qué poco tiempo pudo trabajar en ella aquel vicepresidente que era un sabio.
Radical, terco y hasta capaz de equivocarse. Su empecinamiento en el cómputo bruto del endeudamiento del Estado era ortodoxo, pero deparó un serio problema al disparar la cifra contabilizada. En otra ocasión, pretendió limitar las ventajas fiscales de las operaciones de leasing. Materializado en norma legal, que redactó de su puño y letra, no podía entender cómo la interpretación administrativa posterior se tradujo en una significativa mejora de la tributación del arrendamiento financiero. Y en lo que más se equivocaba era en valorar positivamente a personajes que acabaron defraudándole y perjudicándole. Tenía un ojo de lince para casi todo, pero en temas de relaciones humanas catalogaba con escasa visión. 'Pedro eres un membrillo'. Coqui y Lupe eran testigos de mi reproche. Y Pedro sonreía. Era tan sabio que reconocía sus carencias.
Pilar, ya no podrás oír su música, ya no podrás caminar junto a él por las sendas catalanas, pero podrás tener el orgullo de haber vivido con un hombre bueno al que tantos admiramos y envidiamos y que, además, era un sabio.
Una vida al servicio público
Director general del Tesoro y Política Financiera entre 1986 y 1988, Pedro Martínez Méndez falleció en Madrid el pasado 30 de junio. En su larga trayectoria profesional, centrada en el sector público, contribuyó de manera fundamental al desarrollo de la normativa del mercado de valores. En 1988 fue nombrado vicepresidente de la CNMV. Nacido en Burriana (Castellón) en 1936, se licenció en Derecho por la Universidad de Barcelona. En 1961 entró en el Servicio de Estudios del Banco de España como economista, departamento que llegaría a dirigir. En 1979 fue designado subdirector general del Banco.