El petróleo, su precio y las alternativas
Cada semana estamos acostumbrados a asociar los vaivenes de las cotizaciones bursátiles con las variaciones en el precio del petróleo, lo que nada tiene de extraordinario si recordamos que el barril de Brent roza los 60 dólares a pesar del acuerdo de la OPEP de aumentar en 500.000 barriles diarios la extracción a principios de julio. Lo que quizá no muchos recuerden es que ese mismo barril costaba 10 dólares en 1998. Los factores que a corto plazo explican tan espectacular subida son varios pero los problemas que a medio y largo plazo habrán de resolverse para estabilizar el precio del crudo en niveles que aseguren un crecimiento estable de la economía mundial son otros, quedando por dilucidar las posibilidades que existen para desarrollar alternativas viables al oro negro.
Hace un par de meses, el semanario The Economist publicó un informe titulado Oil in troubled waters, que analizaba la situación presente y las perspectivas para hacer frente a los retos que un crudo tan caro plantea a la economía mundial en general y a los grandes países occidentales consumidores. A continuación encontrará el lector un breve resumen del mismo.
Varias son las causas inmediatas de la actual subida del precio del crudo: la incapacidad de las refinerías americanas para satisfacer una demanda que supone el 25% del total mundial; los temores por la seguridad del abastecimiento, que se han traducido según los expertos en una prima de riesgo del orden de entre 7 y 15 dólares por barril; la especulación financiera protagonizada por la inversión en futuros de petróleo por los grandes fondos de inversión; las profecías autocumplidas de la OPEP, asegurando que iban a incrementar los precios y que han favorecido la especulación alcista en tan vital materia prima y, por último, un fortísimo incremento de la demanda que ha pasado del 1%-2% anual acostumbrado al 3%-4%.
Aunque la producción de crudo no descenderá, hay posibi-lidades de controlar la demanda a través de im-puestos o de un consumo más eficiente
Y aunque no pocos afirman que estamos ante una burbuja que se puede desinflar, como en el pasado, lo cierto es que nadie niega la existencia de graves problemas a medio y largo plazo. El primero es la escasa capacidad excedentaria existente, debido a que los países miembros de la OPEP no han invertido lo necesario para hacer frente a una demanda creciente. Afirma el FMI que para asegurar la estabilidad de la economía mundial esa capacidad debería cifrarse entre los tres y los cinco millones de barriles por día (bpd) en lugar del millón con que se cuenta ahora. Además, la única posibilidad de solución está en manos de Arabia Saudí, que posee reservas lo suficientemente amplias como para seguir abasteciendo al mercado mundial al mismo ritmo que en la actualidad hasta finales del presente siglo y que es el que más tiene que perder si unos precios demasiado altos llevasen a las grandes petroleras occidentales y a sus Gobiernos a invertir en países que no forman parte del cartel o en energías alternativas.
La cuestión crucial es cuáles son las alternativas, pero antes The Economist intenta responder a la pregunta de si hemos traspasado ya el punto a partir del cual la producción de petróleo -que es un recurso no renovable- comienza a descender. Con todas las cautelas la respuesta es un 'no' matizado, pero un no al fin y al cabo. Sentada esa premisa pasa a examinar las posibilidades de controlar la demanda, ya sea mediante un uso más decidido por parte de los Gobiernos -y en especial el de EE UU, país en el que son ridículamente bajos- de los impuestos así como la promoción de mejoras en la eficiencia en el consumo de gasolina por parte de camiones y automóviles y, sobre todo, en el replanteamiento del transporte público. La otra línea de actuación reside en la investigación y puesta en práctica de energías renovables que van desde el etanol -cuya producción presenta inconvenientes y en la cual la empresa española Abengoa tiene un papel destacado- al gas líquido -o GTL en inglés-.
Con todo y según las previsiones de la OCDE, incluso con un crecimiento del consumo de biocombustibles 25 veces superior al actual, en 2030 apenas supondría el 4% del consumo mundial de los actuales medios de transporte. La respuesta más esperanzadora reside, según el semanario inglés en la combinación de motores híbridos y la que podría ser la energía del futuro.
En conclusión, en los próximos 40 años no habrá escasez de petróleo, pero lo más probable es que su precio no descienda, salvo que se produzcan avances inesperados en la puesta a punto de energías alternativas. Pero para que esto suceda sería imprescindible que el cambio climático muestre a los Gobiernos las graves consecuencias de seguir dependiendo exclusivamente de un recurso controlado por un cartel cada vez más politizado.