La Fórmula 1, al borde del cisma
La Fórmula 1 está muerta', bramó Bernie Ecclestone, de 74 años, el pasado domingo en Indianápolis (EE UU) cuando se enteró de que los siete equipos que montan neumáticos Michelin habían decido no correr el gran premio escudándose en 'motivos de seguridad'. El pesimismo de Ecclestone, que desde hace 24 años controla con mano de hierro los derechos comerciales y televisivos del circo automovilista, va más allá del hecho aislado de la guerra de neumáticos (sí corrieron las tres escuderías que llevan gomas Bridgestone: Ferrari, Jordan y Minardi).
El viejo patrón sabe que en el asfalto donde se corren las míticas 500 millas de Indianápolis lo que se escenificó fue un nuevo acto del pulso que mantienen con él la gran mayoría de los fabricantes de vehículos, que reclaman una mayor parte del pastel económico que genera este deporte. Y es que de un negocio deficitario, la Fórmula 1 se ha transformado, en gran medida gracias a la pericia de Ecclestone, en un lucrativo fenómeno, cuyas competiciones son las más vistas en televisión, con una media de 162 millones de telespectadores por carrera en todo el mundo.
A finales de 2004, cinco de las escuderías más potentes del campeonato (DaimlerChrysler, Renault, BMW, Honda y Toyota) constituyeron un grupo de presión para forzar a Ecclestone a mejorar las condiciones del pacto comercial que cubre la gestión deportiva de la Fórmula 1 y que expira en 2007. Su baza: amenazar con crear un campeonato paralelo al margen del control de Ecclestone y de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), el brazo regulador de este deporte.
Los equipos sólo reciben un cuarto de los más de 700 millones de dólares que ingresa al año la Formula One Administration, entidad que en 2002, últimos datos recogidos por la cámara de comercio del Reino Unido, obtuvo un beneficio 126 millones. El grupo rebelde desea obtener un 80% de la facturación, pero Ecclestone -que se queda el resto- sólo está dispuesto a llegar al 50%.
Este lobby, que pretende atraer a su causa a las escuderías modestas, sufrió, sin embargo, un duro revés el pasado mes de enero. Ferrari, el equipo más antiguo y laureado de la competición con 14 títulos desde 1950, firmó un nuevo contrato, cuyas condiciones se mantienen en secreto, con Ecclestone para el periodo 2008-2012. Este movimiento de la fábrica con sede en Maranello (Italia) fue considerado como un acto de traición por el resto de equipos porque si bien Ferrari ya recibía un trato especial por parte de la organización de la Fórmula 1, había coqueteado con la idea del cisma promovida por el resto para obtener mejores condiciones.
Un campeonato sin Ferrari, el equipo con el presupuesto más alto y que más seguidores tiene en un deporte en el que normalmente se apoya a un piloto y no a una escudería, puede parecer impensable. Sin embargo, un Mundial tampoco se sostiene sólo con los bólidos rojos en pista. Necesitan rivales para atraer a los espectadores y patrocinadores que soportan los altos costes del circo de las cuatro ruedas. Muestra de ello fue el bajón de las audiencias televisivas que sufrió el Gran Premio de Indianápolis. Telecinco registró una media de 2.417.000 telespectadores.
Desde el inicio del Mundial ésta es la primera vez que no se supera la audiencia con respecto al año anterior. En 2004 la retransmisión desde Indianápolis fue seguida por 2.540.000 personas. Se trata, por lo tanto, de un conflicto en el que todas las partes están condenadas a entenderse. Aunque solo sea por dinero.
Atentos a
El morbo está servido. Después del boicot de Indianápolis (EE UU), la próxima carrera del mundial de Fórmula 1 es el Gran Premio de Francia. Está previsto que se celebre el próximo 3 de julio en el circuito de Magny-Cours, muy cerca de Clermont-Ferrand, localidad donde tiene su sede central Michelin.
La Bolsa castiga a Michelin
La decisión de siete de las 10 escuderías que compiten en el Mundial de Fórmula 1 de no tomar parte en el Gran Premio de Indianápolis del pasado domingo porque Michelin no podía garantizar la seguridad de sus ruedas debido al desgaste que producía el trazado estadounidense, ha pasado factura a las acciones del fabricante de neumáticos francés.Los títulos de Michelin, que cotizan en la Bolsa de París, cayeron ayer un 1,07%, aunque al inicio de la sesión llegaron a dejarse un 3,10% de su valor. 'Si se tiene en cuenta la fuerte inversión realizada por la compañía y el impacto negativo que va a tener el boicot de las escuderías en su imagen en EE UU, seguro que habrá consecuencias en las ventas', aseguró a la agencia Bloomberg Salah Seddik, gestor de la firma Richelieu Finance con sede en París.La elección del escenario para esta espantada no podría ser peor para Michelin puesto que un tercio de los 15.700 millones de euros que factura la compañía se generan en EE UU. 'Fue una gran desilusión, pero no nos arrepentimos de la decisión adoptada', manifestó ayer en una entrevista Frederic Henri Biabaud, director de Michelin. 'No podíamos arriesgarnos a tener un accidente', añadió.Michelin se apresuró a desmentir que fuese a abandonar la Fórmula 1 tras lo sucedido en Indianápolis, medida que sí tomó en 1984 debido a la recesión que atravesó la industria de neumáticos por aquel entonces. Atraído por el incremento de las audiencias televisivas, el fabricante francés, cuyo mayor rival, Bridgestone equipa a Ferrari, Minardi y Jordan, volvió al circo de la Fórmula 1 en diciembre de 1999.