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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Galicia espera el voto emigrante

El voto procedente de la emigración dirá, dentro de una semana, si los gallegos han dado por finalizado el largo ciclo político de Manuel Fraga al frente de la Xunta, 16 años de liderazgo unipersonal precedidos de una carrera iniciada en la pretransición democrática, y apuestan por el cambio sin más limitaciones que las que puedan derivar del acuerdo de gobierno que tocaría elaborar al Partido Socialista de Galicia y al Bloque Nacionalista. Sus dos candidatos, Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana, tendrían ante sí el reto de transformar una política económica que no ha logrado sacar del atraso a esta comunidad, que sigue siendo región objetivo uno a nivel comunitario, y convertirla en una herencia a partir de la cual sentar las bases de un ambicioso proyecto de modernización de sus estructuras productivas.

El modelo económico aplicado por el PP en Galicia estaba dando ya síntomas de claro agotamiento en una comunidad con serios desequilibrios y fuertes desigualdades que la separan de la media nacional en numerosos indicadores. La tasa de paro cercana al 13% y un crecimiento del empleo claramente por debajo del resto de España en el último cuatrienio son problemas reales que conviven con otros que escapan a la mera coyuntura. Entre ellos figura el creciente descenso demográfico -30.000 jóvenes emigran cada año a otras regiones-, la elevada dependencia del sector primario en la economía, el peso excesivo del sector de la construcción, ratios de endeudamiento y de gasto público en relación al PIB superiores a la media nacional, un comportamiento más inflacionista de los precios y tasas de productividad en continuo descenso.

Mientras Fraga hizo girar buena parte de su campaña electoral en las supuestas demoras del Gobierno central en cumplir el llamado Plan Galicia, los socialistas y el Bloque han lanzado promesas que, más allá de incorporar cuantiosas inversiones en infraestructuras, pueden insertar a Galicia en un nuevo patrón de crecimiento. Entre sus prioridades destaca la apuesta por la investigación y el desarrollo, así como por la promoción de una industria moderna y competitiva que, de la mano de un pacto institucional por el empleo, seguramente ayudará a facilitar una mayor cohesión económica y social en esta comunidad.

La tímida apuesta de cambio hecha ayer por los gallegos no podría conducirse de todas formas a través de un camino de rosas, entre otras razones porque el acuerdo de gobierno pendiente entre el PSG-PSOE y el Bloque de Anxo Quintana necesitaría no sólo mutuas cesiones, sino también superar los recelos que a buen seguro suscitará entre buena parte del empresariado. Sería responsabilidad de Touriño convertir en exitosa la voluntad expresada ayer en las urnas por más del 50% del electorado para que el hipotético gobierno de izquierdas que naciera en breve no constituya un mero paréntesis, como ocurrió en 1987 con el del socialista Fernando González Laxe. Con todo, los resultados de ayer permiten reconocer a Fraga los honores debidos, un escenario que puede permitirle encauzar su sucesión con mayor margen de maniobra del previsto.

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