Europa, algo más que fondos
Dentro de pocos días Francia y Holanda someterán a referéndum la Constitución europea. Inglaterra lo hará en unos meses. Aunque España ha pasado el trámite con más tranquilidad, la pasión de los debates que están teniendo lugar en estos países invita a la reflexión. En el fondo de todas las discusiones está un tema común: la opinión de sus ciudadanos sobre lo que debe ser el modelo económico europeo y el papel que quieren tener en él.
Es poco aleccionador comprobar que en España se ha asumido como un dogma estar en la UE, pero que pocos se planteen seriamente qué significa. Por eso, no sólo se desconocen los contenidos esenciales de la Constitución, sino que, además, durante el referéndum no se discutió en torno a ellos, tal y como hubiera sido deseable. Como viene siendo habitual, se habló más de la configuración de España, de la abstención y de los errores del adversario político.
Se debería discutir y hacernos oír más en los temas que llaman la atención de nuestros socios europeos. Los resultados de la economía española dan legitimidad para hacerlo. El modelo económico europeo del siglo XXI se está construyendo en estos momentos. Sin embargo, a veces da la sensación de que a los españoles sólo les preocupan los fondos estructurales, una posición que, además de debilitar la política exterior del Gobierno, deforma la imagen del país y nos confiere un cierto aire de pedigüeños.
España nunca había gozado de una posición tan privilegiada como ahora para participar en el proceso de construcción europea
La lista de iniciativas que han pasado de puntillas por la opinión pública nacional es larga. El equilibrio de las cuentas públicas ha sido clave en el proceso de convergencia que ha vivido este país. A pesar de ser un ejemplo para toda la UE, la voz de España a penas se ha sentido en un tema tan importante como la reforma del Pacto de Estabilidad. Hemos oído hablar de la Directiva de liberalización de servicios por el rechazo que ha generado en Francia, pero muy pocos conocen la posición de España al respecto o los efectos que podría tener en su tejido productivo. Hace unos días el núcleo duro de la UE discutió en torno a la normativa que establece en 48 las horas que pueden trabajar los empleados europeos. En Inglaterra creen que esta limitación compromete su competitividad. En contraposición, los franceses la apoyan porque la consideran parte de su Estado de bienestar. España 'no sabe, no contesta'.
Es hora de mirar más hacia Europa y de que el Gobierno le dedique más atención. En primer lugar porque esta perspectiva puede ayudar a solucionar los problemas internos que tiene el país, a darnos cuenta de lo importante que es mantener la cohesión y a dar preferencia a los temas que importan de verdad. Y, en segundo lugar, porque mantenernos firmes en las convicciones que han permitido crecer el PIB y el empleo servirá para decantar ese modelo económico europeo hacia el lado correcto. No se puede olvidar que las reformas y procesos de liberalización alcanzados aquí se parecen mucho más a los realizados en Irlanda o Inglaterra que a las políticas seguidas en Francia, donde el peso del sector público y la limitación a la jornada laboral son una losa, o en Alemania, país en el que todavía quedan nostálgicos del comunismo que se atreven a calificar de 'plagas' a las empresas.
Hay varios temas prioritarios que deben preocuparnos. Es necesario dar una respuesta rápida y urgente a los retos que suponen economías como China o India, no restringiendo el libre comercio, pero si exigiendo el respeto a la propiedad intelectual, al medio ambiente y a los derechos de los trabajadores, reformas democráticas y situaciones monetarias similares a las nuestras. Sobre la mesa existen grandes proyectos, como la creación de un gran astillero europeo, de los que depende la viabilidad de la industria europea. El Programa Marco de Investigación va a contar con 75.000 millones de euros, un 400% más que en su anterior convocatoria, pero si no se adoptan las medidas adecuadas las empresas españolas seguirán teniendo una escasa presencia en él. Estos y otros son temas vitales que requieren una atención especial.
En definitiva, a pesar de las dudas, Europa sigue construyéndose día a día. España nunca había gozado de una posición tan privilegiada para participar en este proceso. Por lo mucho que se juega en él, la política nacional tiene que entrar con más fuerza en sus debates. Permanecer de espaldas, como ha ocurrido a menudo, es la mejor manera de dejar pasar una oportunidad que puede tardar mucho tiempo en volver.