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Referendum Constitución Europea

España se afianza como el tercer miembro más influyente de la Unión

El rotundo sí a la Constitución europea ha afianzado la posición de España como socio de referencia de la Unión, consolidando un ascenso en el escalafón comunitario que despierta celos en otras capitales.

En sólo 19 años desde su ingreso en la UE, España se ha convertido en un socio imprescindible, cuya influencia en muchos casos sólo superan Francia y Alemania. El peso de España en la Unión es muy superior al que le correspondería por su Producto Interior Bruto o su número de votos en el Consejo de ministros (27, como Polonia, dos menos que Alemania, Francia, Reino Unido e Italia).

'España ya no es un peso medio, sino un peso pesado', valora el analista Daniel Keohane, del Centre for European Reform, un instituto de estudios independiente con sede en Londres. Madrid ha aprovechado la reticencia del Reino Unido ante las iniciativas más ambiciosas de la Unión y la errática política de Italia para convertirse en el tercer Estado más influyente de los Veinticinco.

Londres ha renunciado voluntariamente a formar parte del núcleo duro de la Unión (euro, fronteras, etc.) y sus estrategias en Bruselas son casi siempre a la defensiva. Pero 'la comparación con Italia es la que mejor muestra el nuevo papel de España', señala Keohane. 'Italia tiene 20 millones más de habitantes, mayor Producto Interior Bruto y es un país fundador de la UE. Pero ya no tiene tanta influencia como antes ni se toman tan en serio sus opiniones'.

En círculos diplomáticos se aprecia también este cambio de puestos entre España e Italia. 'Cuando el representante italiano habla, pocos prestan atención porque normalmente no tiene consignas claras desde Roma', describe un miembro del Consejo de la UE las reuniones técnicas de la institución.

La frustración ha calado hasta la capital italiana, donde uno de los debates de moda gira en torno al 'sorpasso' (adelantamiento) español. 'Italia no cuenta en Europa', una frase atribuida la semana pasada al presidente francés, Chirac, ha exacerbado aún más la polémica sobre el éxito de España.

'Tanto José María Aznar como ahora José Luis Rodríguez Zapatero son tomados muy en serio en la escena internacional', afirma un observador neutral. Aznar arrebató a Silvio Berlusconi los mimos de la administración estadounidense. Poco después, Zapatero se ha convertido en el aliado predilecto del eje franco-alemán de Jacques Chirac y Gerhard Schröder. 'Berlusconi ni siquiera cuenta ya con el favor de Blair', indica otro analista. 'España es un país dinámico. Pero un punto de su PIB se debe todavía a las ayudas europeas', contraataca el ex ministro de Economía, Giulio Tremonti, en unas recientes declaraciones al Corriere della Sera.

El referéndum del domingo probablemente acentuará estos celos italianos. Los principales líderes políticos de la Unión han ensalzado el resultado como un espaldarazo al difícil proceso de ratificación de la Constitución europea. El sí rotundo 'concede a España la palma del europeísmo que hace un tiempo lucía Roma', resumía ayer el diario romano La Repubblica.

El fiel de la balanza

 

 

La crisis por la guerra de Irak hizo descubrir a Francia y Alemania la importancia de contar con el apoyo de España. El Gobierno de José María Aznar se alineó con las tesis a favor de la invasión estadounidense defendidas por el Reino Unido e Italia. El giro español desestabilizó la Unión hasta el punto de poner en peligro la negociación de la Constitución europea. Aznar, además, mantuvo un duro pulso para impedir que la Constitución introdujese un nuevo sistema de voto en la UE que merma el número de votos concedidos a España. Desde el vuelco electoral del 14 de marzo España ha recompuesto la agenda tradicional de su política exterior. París y Berlín han recibido con los brazos de par en par a un hijo pródigo cuya importancia hasta ahora no habían apreciado del todo. El presidente francés, Jacques Chirac, y el canciller alemán, Gerhard Schröder, se han cuidado de arropar a Zapatero en cada uno de sus encuentros bilaterales o multilaterales. Saben que sin Madrid, el eje Londres-Roma no hace sombra al de Berlín-París.

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