La ruptura vasca
España se enfrenta a la crisis vasca más difícil de la historia postfranquista, que no se debe al grupo separatista ETA, cuya actividad violenta se está desvaneciendo. Más precisamente, el problema es que las demandas separatistas se están presentando de una manera política pacífica, lo que les da una peligrosa dimensión.
En diciembre pasado, el líder del Gobierno regional vasco, Juan José Ibarretxe, obtuvo una estrecha aprobación en su parlamento regional para un plan que convierta a las tres provincias vascas en un 'Estado libre asociado' con España. La reacción de José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno, fue muy diferente de la desdeñosa actitud de José María Aznar, su predecesor, ante cualquiera de las demandas vascas (...).
Ibarretxe quiere explotar la debilidad política de ETA y el vacío político dejado por la prohibición del partido nacionalista de izquierda Batasuna hace un par de años por parte de Aznar, y cree que su plan de 'Estado libre' es justo lo que necesita para ganar los votos de los partidarios de aquel grupo (...). Es mucho mejor para los nacionalistas vascos perseguir sus objetivos por el voto y no por las bombas (...). Pero dado lo que ya han conseguido los vascos, es muy poco más lo que Madrid puede dar.