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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El euro salva a los carburantes

El año con mayor crecimiento de los precios del petróleo de los últimos ejercicios ha coincidido con el de mayor depreciación del dólar en los mercados de divisas. Esta curiosa circunstancia ha aliviado notablemente el efecto sobre los precios al consumo de los derivados del crudo, como los carburantes.

En los once primeros meses del año que está a punto de concluir, el billete verde estadounidense se ha depreciado un 10% frente al euro. Es decir, que el coste efectivo del crudo (contratado en origen en dólares) se ha reducido un 10% en términos medios para los europeos. Así, mientras que el precio de la materia prima ha subido un 30% en dólares (de 28,8 unidades/litro a 37,9), sólo lo ha hecho un 23,1% en euros.

Pese a todo, la fuerte subida del oro negro, principalmente espoleada por la fuerte demanda mundial, amén de los componentes especulativos del mercado y de la inestabilidad geopolítica generada por el epicentro del conflicto iraquí, ha disparado los precios de los carburantes. En España, la subida media de sus precios en 2004 es de un 16%, con un incremento del 18% en el gasóleo (se consumió cinco veces más que la gasolina) y un alza del 8,5% en la gasolina sin plomo.

Este comportamiento de los precios tiene explicación económica para las empresas que únicamente refinan petróleo y venden carburantes, puesto que trasladan a precios el coste de la materia prima. Pero es menos sostenible en el caso de las grandes multinacionales con negocios verticales que extraen y refinan el crudo y venden los derivados.

No debemos olvidar que en el escandallo de precios de esta cadena tiene un lugar destacado el fisco, ese intermediario invisible que aplica dos impuestos diferentes sobre el producto refinado y lo encarece como ningún otro operador. Todos los agentes que recortan su parte de la golosa tarta del petróleo han advertido o han sido advertidos del riesgo de encarecimiento sobre el conjunto de la actividad económica. Pero la realidad es tozuda: ninguno ha cedido.

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