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Tribuna
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El triste rumbo de la SEPI en el caso Izar

El autor analiza el papel que está desarrollando la Sociedad Estatal de Participaciones Estatales (SEPI) en la crisis de los astilleros públicos. En su opinión, los actuales responsables se están equivocando tanto en el diagnóstico del problema como en la estrategia negociadora

Lamentablemente para la actual SEPI y para la importante función que debe cumplir, parece que en la crisis de Izar han encallado sus naves debido al efecto acumulado de las dificultades objetivas del caso, de los errores propios y las torpezas de sus superiores.

Que la situación de nuestros astilleros es difícil resulta tan evidente -llevan casi 30 años en crisis- como que las circunstancias del mercado mundial y la política de la UE la han agravado en los últimos años. Pero el modo de abordar la crisis ha llevado a la SEPI a embarcar hasta encontrarse anegada de tristeza en una situación de difícil salida.

Para empezar, la diagnosis oficial de la actual SEPI sobre la crisis de Izar silencia causas históricas, motivos estructurales, realidades de mercado, condiciones laborales y entornos institucionales, para en puro reduccionismo achacar en exclusiva los problemas existentes a la 'mala gestión de los últimos años'. Al emitir este diagnóstico se está induciendo a los sindicatos a pensar que, si el problema es la mala gestión, al cambiarla por buena se tendrá la solución, y por tanto se considera innecesario cualquier ajuste o reconversión que requiera esfuerzos o sacrificios. Como dice el aforismo: en la culpa, la penitencia.

Haber 'alcanzado un acuerdo sobre el método que vamos a seguir para tratar de llegar a un acuerdo', suena a Groucho Marx

Por otra parte, la salida de la situación exige negociaciones importantes y a varios bandos, entre otros con la UE y con los sindicatos. Pero no está claro que se haya acertado en la estrategia negociadora.

Así, frente a Bruselas se empezó por renunciar gratuitamente a recurrir la resolución del comisario Monti, que es claramente perjudicial para Izar. Con ello, además de otorgar valor de cosa juzgada a lo que no es más que un acto administrativo, se ha renunciado unilateralmente a un instrumento de negociación con la UE. Con estas premisas, no es extraño que cuando el presidente de la SEPI acude el 21 de septiembre pasado a Bruselas, su interlocutor haya sido un director adjunto, el ayudante de la ayudante de Monti. ¿Que ha pasado en estos meses para que el nivel de interlocución de SEPI en Bruselas haya descendido dos escalones?.

Pero el acierto no ha sido mayor al plantear la negociación con los sindicatos. En un proceso negociador cada parte diseña el binomio presión-cooperación con el que acude al mismo tras interiorizar el coste que le representa el 'no acuerdo'. Los empresarios saben qué les significa un coste en términos de conflictividad y de dificultades para implantar sus decisiones, en tanto que para los sindicatos les supone el coste de quedar al margen de las decisiones adoptadas.

Pues bien, en el caso de Izar las malhadadas manifestaciones en Sestao de un desafortunado Zapatero, haciendo público que no se haría nada sin el consentimiento sindical, han explicitado la restricción autoimpuesta con la que el Gobierno y la SEPI abordan la negociación. A partir de ahí los sindicatos ya no tienen el coste inherente a un no acuerdo, y para ellos la negociación se ha convertido en un juego gana-gana, entrando el proceso en una vía absurda en la que la SEPI propone y los sindicatos disponen. Conociendo a los personajes, la reunión del 15 de septiembre, tres días después de la zapatada de Sestao, se debió parecer mucho al guión de una película de Berlanga.

Claro que la reunión del día 23 debió superarla, porque después de casi seis meses de diálogo escuchar las declaraciones de la SEPI enfatizando lo positivo que 'es haber alcanzado un acuerdo sobre el método que vamos a seguir para tratar de llegar a un acuerdo', suena a Groucho Marx. Por si fuera poco dicho día se rubricó la restricción impuesta por la zapatada al aparcarse el plan diseñado por la SEPI y comprometerse ésta documentalmente a no adoptar decisiones sobre Izar sin autorización sindical.

Y con estos quiebros y requiebros se ha llegado al actual impasse en el que tras no aceptar los sindicatos el plan diseñado por la SEPI, Solbes declara que éste sigue vigente, aunque no se pone en práctica por incumplir la restricción de contar con el plácet sindical, con lo que en la reunión del 29 de septiembre se habló según las versiones oficiales de la situación del mercado mundial. Entretanto, el desconcertado ayudante de la ayudante de Monti, pregunta públicamente a la SEPI cuál es el destino del plan que le fue presentado.

Tan solo hay una cosa buena en este proceso, pues al parecer Bruselas ha concedido un plazo de unos meses a SEPI para que además de recibir la devolución de las supuestas ayudas incompatibles, saque de la crisis a Izar. Este plazo, unido a los ya casi seis meses transcurridos desde el cambio de gestores, es tiempo suficiente para que la sustitución de mala gestión por buena gestión dé sus frutos y la situación de Izar haya mejorado tanto que no requiera medidas quirúrgicas. Y si así no fuera, aún podría plantarse Zapatero en Sestao y anunciar la creación de un comité de sabios, expertos, nobles o notables.

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