Esquivando al Tío Sam
La labor del Gobierno no es recaudar todos los impuestos que puede, sino los que le son debidos'. El matiz es importante para el senador republicano Chuck Grassley, presidente del Comité Financiero de la Cámara Alta, quien con esta afirmación defendía, a través de una carta en The Wall Street Journal, la necesidad de dar cobertura a quienes denuncien a grandes evasores fiscales. El senador estima que la Hacienda Federal (IRS) ha dejado de recaudar más de 310.000 millones de dólares (una cifra cercana al déficit de 2003) y 'la cantidad crece'.
Grassley asegura que los que no pagan son 'gigantes financieros, grandes corporaciones e individuos con fortuna que tienen los medios para montar elaborados esquemas con los que evadir el pago'. Lo que preocupa a congresistas como Grassley es que los especialistas aseguran que estos montajes lo que hacen es 'llevar las leyes hasta el límite' pero, en puridad, no cometen ilegalidades.
Los comentarios del senador coinciden con un estudio de la organización Tax Analysts que verifica que las empresas estadounidenses desvían miles de millones de dólares de beneficios fuera de las fronteras del país lo que en la práctica, les evita cumplir con el Tío Sam (EE UU no grava los beneficios en el extranjero si no se repatrían).
Tax Analysts estudia la evolución desde 1999 hasta 2002 y uno de sus descubrimientos es que los beneficios de las subsidiarias de empresas estadounidenses en 18 países sin o con mínimos impuestos, han pasado de los 88.000 millones en el primer año de estudio hasta 149.000 en 2002. Los beneficios totales de las filiales en el extranjero fueron 255.000 millones en 2002.
Según este estudio, muchos de los beneficios fuera de las fronteras del país se han desviado a Bermudas, Irlanda o Luxemburgo entre otros países donde se aplica un porcentaje a pagar a Hacienda muy por debajo del 35% de EE UU.
Por si acaso quedan dudas de las razones por las que el peso de los beneficios reside en ciertos países, el estudio, dirigido por Martin Sullivan, un especialista en imposición internacional, hace hincapié en que este alza de la rentabilidad en paraísos fiscales no tiene relación con la actividad económica allí desarrollada. Así, en Luxemburgo, un país de 437.000 habitantes, los beneficios de las filiales americanas pasaron de 4.032 millones en 1999 a 18.405 en 2002. Y no es la fortaleza del euro lo que hizo de multiplicador, porque en Alemania los 11.636 millones de 1999 se convirtieron en 5.371 en 2002.
En países como Canadá, Alemania, Reino Unido, Italia y Francia los beneficios de las corporaciones americanas cayeron un 25% y sólo contribuyen un 21% a sus resultados. España, donde los impuestos han bajado, los beneficios de estas empresas ha subido un 26%. Sullivan dice que esto supone un 'desvío sísmico en la imposición internacional' y culpa al sistema de vigilancia de EE UU y los tratados que permiten el uso de paraísos fiscales.
Este experto cree que además el peso de los impuestos recae en empresas que producen en EE UU y esta 'penalización' sólo añade razones, además de la mano de obra barata, para ir al extranjero a crear empleo. Sullivan dijo a The International Herald Tribune que muchos congresistas no harán nada por cambiar la situación, 'ya que creen en el sabotaje fiscal, pues en definitiva salen a pagar menos impuestos'.