Sanidad, el cuento de nunca acabar

La negociación presupuestaria se está viendo influenciada por el intenso debate en torno a cómo solucionar los déficit acumulados por los sistemas sanitarios de buen número de comunidades autónomas. El planteamiento hecho por Cataluña -tanto desde la Administración autónoma como desde los partidos políticos que la conforman-, a favor de resolver el problema de los déficit sanitarios en el marco de las negociaciones sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2005 no será atendido por el Gobierno.

Con buen criterio político y contable, el partido en el Gobierno ha mostrado su absoluto respaldo al vicepresidente del Ejecutivo y ministro de Hacienda, Pedro Solbes, para defender en las Cortes un presupuesto unitario, homogéneo territorialmente y que proyecte las políticas del futuro, en vez de pretender resolver problemas del pasado. La negociación de los déficit en sanidad, o la renegociación de las condiciones de financiación de las políticas sanitarias si llega el caso, es asunto para otros foros, y no pueden sesgar la esencia de la Ley de Presupuestos de 2005.

Puede que la transferencia sanitaria, con competencia y recursos, se hiciese de forma deficiente. Pero cabe también pensar que deficiente ha sido la gestión autonómica de la sanidad en los últimos ejercicios, con escasas excepciones. Sea como fuere, las cuentas deben ponerse al día. Pero la corresponsabilidad fiscal debe entenderse como responsabilidad en los gastos y en los ingresos públicos, y no como una bandera reivindicativa que se agita para negociar y que se arría cuando el celo de la gestión ha decaído y no cuadran las cuentas. Hay que perfeccionar la gestión de la salud y corregir pequeñas desviaciones. Pero poner el contador a cero a los malos gestores no es garantía de que será la última vez. Entre otras cosas, porque tampoco es la primera.