Impuestos sin trampa

El Ejecutivo socialista pretende deflactar la tarifa del impuesto sobre la renta, a pesar del elevado coste que puede tener en los ingresos fiscales. La medida, reclamada por los sindicatos desde que el IPC coqueteaba sistemáticamente con los dos dígitos, estaba incluida en las promesas electorales del PSOE. Y si se aplica simplemente con el 2% de inflación que figura en la previsiones macroeconómicas para 2005, supondrá un recorte superior a los 600 millones de euros en la recaudación de Hacienda por este concepto para el ejercicio.

No deflactar la tarifa permitió a los Gobiernos del Partido Popular bajar el impuesto sobre la renta en 1999 y 2003 sin socavar los ingresos de las arcas públicas, ya que la inflación restituía cada año una pequeña parte de la reducción del tributo y completamente a la vuelta de cuatro o cinco ejercicios. Algo que denunciaron desde el sindicato Comisiones Obreras hasta el ultraliberal Círculo de Empresarios. Descontando la inflación de la tarifa, el Gobierno socialista renuncia a un as en la manga que sirvió al PP para jugar con ventaja la partida tributaria. Pero a cambio cumple el compromiso, adquirido con los ciudadanos antes de llegar al poder, de mantener la neutralidad política en materia fiscal.

Los ciudadanos dejarán de pagar esa especie de impuesto en la sombra que supone la inflación, que a su vez, es el mejor aliado de los recaudadores si se esquiva la deflactación. Además, el Gobierno acomete este ajuste tributario cuando las cuentas están más exprimidas y el margen de maniobra presupuestario es más escaso. Falta por conocer si la operación se ajustará a la inflación efectiva, o se limitará a la previsión de precios del 2%, así como si la medida se aplicará a todos los conceptos del impuesto (tramos, deducciones y mínimos exentos) y a la universalidad de los contribuyentes. Pero si la aplicación es universal, se habrá restituido uno de los conceptos fiscales elementales para evitar la mordida fiscal en frío practicada en los últimos años.