Preocupación por los carburantes
Dólar arriba, dólar abajo, el petróleo sigue cotizando a máximos históricos y todo apunta a que seguirá reforzándose. A la tensión en Irak, la enorme demanda de China o la India y los problemas de la petrolera rusa Yukos se sumará ahora un factor menos extraordinario pero absolutamente ineludible: la llegada de la época invernal, con el consiguiente aumento del consumo de combustibles, especialmente para calefacción.
Transportistas profesionales y agricultores ven con creciente preocupación el repunte de precios del gasóleo en plena temporada estival, y ya están preparando su estrategia para reclamar al Gobierno en otoño compensaciones por el encarecimiento del carburante. El aumento de tarifas del transporte de mercancías pactado a principios de verano, para hacer frente a este encarecimiento, prácticamente no ha entrado en vigor debido a la dura competencia reinante en un sector todavía muy atomizado. Así las cosas, los empresarios del transporte -muchos de ellos autónomos y pymes- están decididos a reclamar ayuda por la vía fiscal.
El Ejecutivo socialista, que ve cómo la escalada de precios impulsa de manera constante los ingresos por IVA (que se aplican sobre el precio final), tiene ante sí un panorama parecido al que afrontó el Gobierno Aznar en el año 2000. Aquel equipo prefirió renunciar a un porcentaje de los ingresos fiscales para frenar un conflicto que podía llegar a causar enormes daños al conjunto de la economía. Y éste debería empezar ya a hacer las cuentas para ver hasta dónde está dispuesto a ceder para garantizar la paz social de un sector estratégico.
Medidas coyunturales como éstas sirven para salir del paso, que no es poco. Pero lo adecuado es pensar a largo plazo, remodelar un sector de transporte exageradamente atomizado y, sobre todo, que se empiecen a adoptar medidas serias para reducir la enorme dependencia energética del petróleo.