El problema es el sector exterior
La ligera desaceleración que ha sufrido el crecimiento de la economía española en el segundo trimestre del año, del 2,8% al 2,6%, según estima el Banco de España, supone una buena muestra del efecto que tiene el sector exterior sobre el producto interior bruto (PIB) en una de las economías más abiertas del mundo.
Sin duda, el sector exterior ha sido el que ha frenado el crecimiento económico, debido a la descompensación existente entre exportaciones e importaciones, algo que debe servir de reflexión. Por un lado, es lógica la fortaleza de las importaciones, en una economía como la española, que está creciendo por encima de la media comunitaria. Pero por otro lado, no se debe olvidar que la promoción de las exportaciones es vital para mantener la competitividad de nuestros productos en un entorno exterior cada vez más exigente. El aumento de la productividad y la mejora de la calidad de los bienes y servicios españoles son básicos para triunfar en otros mercados, y evitar así que lo cosechado en el interior se tire por la borda. El objetivo debe ser un crecimiento más equilibrado, tanto por parte del sector exterior como de los componentes de la demanda interna, ya sea tanto el consumo de los hogares como la inversión.
Y ello es vital, sobre todo cuando otros signos de la actividad económica caminan por la buena senda El comportamiento del mercado laboral, por ejemplo, sigue siendo positivo, con una caída del paro de 40.959 personas en julio. No obstante, siguen detectándose prácticas poco ortodoxas por parte de los empresarios, como la de dar de baja a trabajadores para ahorrarse el sueldo de los meses del verano y volverlos a contratar más tarde. En julio eso ha ocurrido con 167.898 personas, 23.000 más que el mismo mes de 2003. Una práctica que el Gobierno debe atajar.