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Columna
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El hígado y el Estado

Cuentan de un distinguido embajador de España cómo reconocía haberse destrozado el hígado al servicio del Estado. Un sacrificio, sin duda, excesivo porque se trata de un órgano impar con funciones básicas insustituibles tan bellamente descritas en una de sus Odas Elementales por nuestro Pablo Neruda, a quien en estos días andan conmemorando y tergiversando todos un poco. El reconocimiento que hacía este magnífico ejemplar de la carrera se detenía ahí con toda elegancia, pero hubiera podido servir de ocasión para dejar constancia de la habitual ingratitud del Estado con sus servidores, incluso los más eminentes, abnegados y generosos.

Pero se diría que también por servicio al Estado, otros -que ahora se exhiben vacantes a consecuencia de la alternancia electoral consumada el 14 de marzo o que han anidado de nuevo en el reducido organigrama del despojado PP- han arriesgado incluso la propia salud mental. Así se advierte al entablar la más inocua de las conversaciones con los individuos de este grupo de riesgo, expuesto a las emanaciones aznaristas y que presenta un cuadro clínico caracterizado por obsesiones y paranoias varias, tendencias asilvestradas, respuestas descompensadas de alta irritabilidad y manifestación de síntomas de otras dolencias de pronóstico reservado. Diversos centros de medicina social especializada están haciendo cultivos para identificar los antídotos capaces de aportar alivio a semejantes padecimientos, pero los resultados tardan en llegar.

Los estragos del virus aznarista, como decía aquel lema navideño de Monerris-Planelles a propósito de la calidad de sus turrones, no tienen frontera y se han difundido por tierra, mar y aire. Todos los integrantes de la fratría de las Azores han quedado tocados y van a ir saliendo del poder. Aznar abrió camino, pero Bush y Blair ya están preparados con carita inequívoca de pronto desalojo del poder a manos de sus desencantados electores y de las desalentadas amapolas a las que van a dar su corazón como alimento. Su anfitrión de entonces en la base militar portuguesa de Lajes, José Manuel Durão Barroso, podría pensar que va a librarse del mal fario y, por si ayudara, se afana aplicándose los más atrevidos exorcismos, mientras reniega de aquella escena atlántica y proclama su aversión a la arrogancia de Estados Unidos, aunque admita la necesidad de cooperar entre Bruselas y Washington. Pero la onda expansiva de las mentiras sobre las armas de destrucción masiva han dado de lleno sobre el blindaje mediático de Berlusconi.

Los estragos del virus aznarista no tienen frontera y se han difundido por tierra, mar y aire

Hasta en Polonia cunde la división a propósito de la presencia de sus tropas en Irak. Un buen observatorio para medir la alta tensión del atlantismo militante de los países de la ampliación que ahora se incorporan a la UE ha sido el XVI Seminario sobre Europa Central celebrado estos días dentro de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco bajo los auspicios del BBVA. Las secciones española, polaca, checa, húngara y eslovaca de la Asociación de Periodistas Europeos han reunido una nómina de personalidades para una discusión abierta que alcanzó temperaturas de incandescencia cuando se rozó la guerra de Irak. Algunos, como el ex ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Andrzej Olechwski, invadidos por la gratitud hacia Washington por su influencia en la caída del muro, propugnan el cierre de filas con Bush sin que en su opinión sea legítimo objetar sus demasías, por ejemplo en Guantánamo, porque las circunstancias extremas aportan justificación.

Pero el debate de San Sebastián permitió también, por ejemplo, escuchar de Enrique Mora, director para asuntos de la PESC en el Ministerio de Asuntos Exteriores, la defensa apasionada de su asignatura y de los desarrollos esperables en ese campo y en el de la Política Europea de Seguridad y Defensa, la PESD, por la que caminaremos en su opinión hacia una verdadera defensa común europea. Otra afirmación contundente fue la del secretario general de la Confederación Europea de Sindicatos y de la UGT, Cándido Méndez, cuando aseguró que el modelo social europeo existe, que redistribuye a través de la protección social y de la fiscalidad y que en su defensa vale la pena comprometerse. Escuchando a Méndez se diría que a partir de la primera Europa, la del escarmiento y la paz, y de la segunda, la llamada de los mercaderes, podría pasarse a una nueva sostenida por los ciudadanos en su condición de trabajadores. Veremos cuando llegue el referéndum.

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