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Columna
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La pantalla por la ventana

En su comparecencia ante la Comisión de Control de RTVE del Congreso de los Diputados, la directora general del ente, Carmen Caffarel, ha respondido a las críticas de los del PP, a propósito de la caída de audiencia en los últimos meses, diciendo que se encontró al llegar con las manos atadas porque el equipo anterior 'echó la casa por la ventana antes de las elecciones'. En otra de sus réplicas Caffarel denunció que el anterior equipo encabezado por José Antonio Sánchez había comprometido casi el 90% del presupuesto del año y dejado a la cadena pública con la nevera vacía con sólo tres películas de estreno para este año de gracia.

Así que, según los datos presentados en el Congreso, TVE disponía este año para la producción de programas de una cifra de 123,4 millones de euros, pero cuando los gestores del PP abandonaron el ente a consecuencia de la derrota electoral sufrida el 14 de marzo se habían autorizado compromisos por un total de 109,9 millones de euros. Es decir, que en las arcas de la cadena estatal quedaban tan sólo 13,5 millones de euros con todo el verano, el otoño y el invierno por delante. Claro que esta secuencia de cifras sólo incrementa la confusión reinante. Primero, porque comprometer con alguna anticipación el presupuesto también puede ser visto como un deber esforzado de cualquier gestor atento, más aún cuando las oportunidades y los acontecimientos en absoluto obedecen a reglas de continuidad.

Pero, además, se impone, antes de otorgar validez a las quejas de precariedad residual presentadas por Caffarel, saber quién tomó esos compromisos de gasto en TVE ahora presentados como un caso al borde del despilfarro, quién fue el figura que tiró la pantalla por la ventana en las vísperas electorales y qué ha sido de ese sujeto tras el advenimiento a Prado del Rey de los nuevos gestores nombrados por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Porque si las cosas son como las describe la directora general y si las responsabilidades en el ente están distribuidas como todos sabemos, resulta incomprensible que por debajo de tantos cambios se produzcan tan graves continuidades, y que haya sido confirmado en su puesto el director de TVE Juan Menor, cuya trayectoria confirma que viene a ser el gran causante o al menos uno de los principales y, sin duda, cooperador necesario para los desastres denunciados durante un periodo que se remonta a los últimos cinco años, es decir, a partir de su nombramiento como director de antena y después de TVE.

Resulta incomprensible que por debajo de tantos cambios se produzcan tan graves continuidades

Sobre las espaldas de Juan Menor habría que cargar, pues, la pérdida de audiencia que ahora nos dicen que viene acumulándose desde 1996 y los espacios entregados a los programas de televisión basura. Hasta la propia noche de la víspera electoral fue testigo de las ignominias de Juan Menor. Por eso, si todos esos méritos acumulados para su cese fulminante como director de TVE han dejado de tener efecto, debemos deducir que su permanencia en el cargo se vincula a cuestiones de mayor calado.

En definitiva, que se ha impuesto el principio de que con las cosas de comer no se juega y que son las grandes productoras, siempre camaleónicas para mostrarse ora más afines al PP, ora más afines al PSOE, pero propensas en todo momento a vincularse entre ellas, las más interesadas en preservar la perennidad de Menor. Quedamos a la espera de las nuevas hazañas de los Jorge Sánchez Gallo, Eduardo Campoy y Pedro Pérez, orquestados por aquel secretario de Estado de Comunicación, Pedro Antonio Martín Marín, al que tanto debemos.

Pero si hasta aquí han llegado las aguas no se entiende el silencio de quienes se consideran disconformes, empezando por José Blanco. Y al congreso del PSOE que se reúne durante este fin de semana, ¿le parecerá bonito todo esto?

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