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Tribuna
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RTVE, ese oscuro objeto de deseo

El cumplimiento del servicio público por parte de RTVE debe ser la principal preocupación de los agentes que intervienen en el debate sobre el futuro de grupo, según afirma el autor. Pero en su opinión no es así, más bien están en las antípodas de esa idea

Es ciertamente difícil encontrar un mes, una semana, un día, en el que RTVE no sea centro de la atención generalizada, con amplio despliegue en los medios de comunicación y envuelto en aires de polémica. Bien pensado, existen múltiples, variados, y significativos motivos que explican este protagonismo de la empresa pública de radiotelevisión. Para empezar, RTVE es uno de nuestros grandes empleadores, pues proporciona aproximadamente 10.000 empleos directos, a los que se suman todos los inducidos en la constelación de empresas satélite que viven girando alrededor de la TV-Sol.

La dimensión empresarial de RTVE es indudable. Su facturación anual ronda la cifra de 825 millones de euros, de la que cerca del 90% corresponden a ingresos de publicidad, lo que la convierte en un agente importante del siempre estratégico mercado publicitario. Sin embargo, los datos empresariales desbordan sus muros porque los números rojos de RTVE afectan a las cuentas de la economía nacional. Sus pérdidas anuales son del orden de 611 millones de euros, en torno al 0,1% del PIB, y su deuda acumulada desde 1.989 supera con holgura el billón de las auténticas pesetas.

La única justificación de la existencia de una televisión pública de la dimensión de la actual proviene de la función social que cumpla

Es significativo el despliegue geográfico de RTVE, pues a través de sus Centros Territoriales está presente en todas las comunidades autónomas, lo que unido a las 62 emisoras (regionales, provinciales, y locales) de RNE, lo convierten en uno de los símbolos de la presencia del Estado en toda la geografía española. Aún deben añadirse las 27 corresponsalías en el extranjero (18 de TVE y 9 de RNE)

Junto a la relevancia de los datos anteriores, existen otros que revelan la enorme potencialidad de RTVE. Así, su oferta audiovisual es impresionante: dos canales de televisión en abierto; el canal internacional; cinco canales temáticos; seis emisoras de radio; el sello discográfico; el Instituto IORTV; la Orquesta y el Coro… Es claro que RTVE es un auténtico gigante del sector audiovisual, que en la actualidad tiene una cuota de mercado en torno al 30% de la audiencia televisiva y desconocida en la radiofónica por su autoexclusión del sistema de medición EGM.

En otro orden, la disposición del archivo histórico de TVE, del de RNE, así como el de NO-DO, proporcionan a RTVE además de una joya como documentos históricos, un auténtico filón para utilizar en la elaboración y producción de programas. Existen también valores intangibles, como el que representa ser la empresa en la que iniciaron su andadura laboral la mayoría de los profesionales televisivos mas acreditados, o el hecho de tener la responsabilidad natural de cubrir los actos institucionales especialmente significativos.

Pues bien. ¿Está justificada la existencia de una empresa pública de radiotelevisión con la dimensión, importancia y potencialidad de RTVE? Más aún en una economía como la española que tiene en la reducción del Sector Público Empresarial una de las claves de su éxito de los últimos ocho años. En mi opinión, la única y exclusiva justificación proviene de la función social que cumpla RTVE al servicio de los intereses generales. Curiosamente, la definición legal del servicio público a cumplir por RTVE no se realizó hasta la Ley de Acompañamiento para 2002, en el inicio de la vigencia del Plan Marco.

Visto lo expuesto, lo lógico seria que el cumplimiento del servicio público por RTVE fuese el norte de la preocupación de los diversos agentes que participan en los debates y/o polémicas sobre la misma. Desengáñese el lector, tampoco aquí encontramos al 'hombre nuevo' que soñó el Ché. Por el contrario, las declaraciones, los posicionamientos, las estrategias de unos y otros frente a la cuestión de RTVE, están en las antípodas del interés general, conformando un conjunto poco edificante.

Así, cuando los partidos políticos abordan el tema reflejan de modo robótico sus peores instintos que alternativamente, según el ciclo electoral, aspiran a maximizar las posibilidades de influir en los electores o a desgastar al contrario acusándole de hacerlo. Todo ello en un juego con algo de irresponsabilidad y mucho de deicidio involuntario. Las posiciones sindicales responden a la estricta defensa de intereses de grupo, aderezada de los vicios del sindicalismo de la empresa pública. Y en mas ocasiones de las deseables son evidentes las conexiones entre las posturas sindicales y políticas.

Al escuchar a las empresas del sector y a algunos de los profesionales que en ellas trabajan, se detecta fácilmente el deseo de debilitar, si no eliminar al rival. Claro que el pastel del mercado publicitario es muy goloso. Las manifestaciones de las empresas anunciantes hacen patente su preocupación por la posible reducción en la oferta de espacios publicitarios y el consiguiente encareci-miento de las tarifas.

La postura de los titulares de derechos sobre eventos deportivos constituye un paradigma de rapiña. Los clubs, sus organizaciones patronales, las federaciones deportivas..., aspiran a saquear las arcas de RTVE, y para conseguirlo no dudan en usar todo tipo de presiones sobre el ente público.

Las empresas productoras de programas buscan afanosamente colocar sus productos, aumentando innecesariamente los gastos de aprovisionamiento de RTVE, a la vez que consiguen abortar el desarrollo de la producción propia. En su afán, no dudan en cercar el despacho del director de TVE, con todo tipo de lazos y envoltorios.

Un panorama como el descrito puede explicar el pasado de RTVE, pero por el bien común, no debería ser una predicción de su futuro. ¿Nos queda esperar un año al Comité de 'sabios'?.

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