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Tribuna
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Por una globalización equilibrada

Las celebraciones del pasado mayo, con motivo de la ampliación de la Unión Europea, estuvieron llenas de colorido y pluriculturalidad; se realizaron actividades en ciudades de toda Europa. Pero también hubo manifestantes antiglobalización, que expresaron claramente sus sentimientos; uno de ellos incluso llevaba una pancarta con las palabras 'estoy en contra de todo'.

Parece extraño, a primera vista. La creciente globalización de la economía mundial conlleva un potencial de mayor prosperidad para el mundo en desarrollo. Ha habido algunos casos espectaculares, como el de China, país en el que más de 200 millones de personas han salido de la pobreza desde 1990.

Sin embargo, tal y como recordó en febrero el informe de la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, en otras regiones hay una pobreza persistente y una falta de crecimiento. Los países más pobres del planeta no están consiguiendo beneficiarse de la globalización. En un momento en que la pobreza está disminuyendo en otras partes, con lo que está al alcance la realización del denominado Objetivo de Desarrollo del Milenio, a saber, reducir la pobreza a la mitad, dichos países se están empobreciendo, ya que el crecimiento económico, que es moderado, no consigue ir a la par con el crecimiento de la población.

El modelo de la UE nos ha ayudado a gestionar los efectos de la mundialización en Europa, y podría constituir una referencia para otros

Con frecuencia, los grupos menos cualificados de todas las sociedades no han podido aprovechar las nuevas oportunidades creadas por la globalización. Las mujeres siguen trabajando muchas más horas que los hombres, tanto dentro como fuera del hogar, y a menudo siguen estando peor pagadas o, en algunos casos, incluso no cobran nada.

Eso es algo inaceptable. Para que la globalización sea sostenible, no debe ser excluyente. En respuesta a este reto, la Comisión Europea ha presentado recientemente nuevas ideas sobre el modo en que la UE puede contribuir a una globalización que sea beneficiosa para todos . Este es el mensaje que la UE lleva a la XI Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo que comenzó ayer en São Paolo.

¿Y qué hace la Unión Europea? Somos el mayor donante de ayuda al desarrollo. Además, somos, con mucho, el mercado más importante de los países más pobres: gracias a la iniciativa denominada 'todo menos armas', los 49 países más pobres del mundo pueden acceder libremente al mercado de la Unión Europea. Sin embargo, tenemos que hacer más.

En nuestra propia casa, tenemos que gestionar con mayor eficacia los retos que platea la reestructuración que se deriva de la globalización. Esto significa más inversiones en capacitación y formación, logrando un justo equilibrio entre ajustes y seguridad en el trabajo así como asociando a los trabajadores en el proceso. Este apoyo será de especial importancia para nuestros nuevos Estados miembros, muchos de los cuales llevan menos de 15 años expuestos a la disciplina de mercado y deberán hacer frente a reestructuraciones.

Asimismo las políticas exteriores de la Unión Europea deben contribuir a lograr una globalización sostenible socialmente.

Uno de nuestros objetivos es conseguir que la actual ronda de negociaciones en la Organización Mundial del Comerco (OMC) sea una verdadera ronda para el desarrollo.

Debemos asimismo prestar un mejor apoyo financiero y técnico a los países en desarrollo con objeto de que anticipen y planifiquen los efectos de los cambios.

Debemos utilizar nuestra estrecha asociación con los países en desarrollo para que se fomenten las mejores prácticas.

Debemos asegurarnos de que el comercio contribuya al respecto de normas laborales mínimas, otorgando preferencias comerciales a los países que luchen contra el trabajo forzado, la discriminación laboral y que fomenten la libertad de asociación y la negociación colectiva.

Podemos hacer mucho más, pero gran parte de la responsabilidad del desarrollo social recae sobre los propios países en desarrollo. Son ellos quienes deciden en última instancia sus políticas públicas, a pesar de que el respeto del Estado de Derecho, de los derechos humanos así como el garantizar una gobernanza transparente y responsable sea cosa de todos. Por eso es importante que los planes nacionales de desarrollo integren la dimensión comercial y garantizar una mejor distribución de los beneficios que resultan de una mayor apertura comercial.

El sector privado también debe desempeñar un papel. Pese a que actualmente muchas empresas internacionales están fomentando una mayor responsabilidad social, ello se realiza de manera ad hoc y poco transparente. Las empresas se deben asociar más a los consumidores y a los interlocutores sociales si desean ser convincentes. Sería conveniente que las Directrices de la OCDE para las empresas multinacionales se fomenten de manera más eficaz, entre otras cosas mediante incentivos públicos.

Para conseguir todos esos objetivos precisamos, no solo una mejor gobernanza mundial sino también una mejor coordinación.

La globalización plantea retos a todas las instituciones internacionales, por ello debemos de conectar todos los niveles de gobernanza, desde el local hasta el internacional.

En Europa el modelo de la UE nos ha ayudado a gestionar los efectos de la globalización y podría constituir una referencia para otros. Estamos consiguiendo avances, pero debemos hacer más y la Comisión Europea está decidida a seguir adelante. Si todos estos esfuerzos consiguen los propósitos fijados, no habrá ningún manifestante en futuros encuentros internacionales, salvo, tal vez, aquellos que están en contra de todo.

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