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Tribuna
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Talante y diálogo sí, con todos y para todo

El diálogo y el buen talante son siempre positivos y por ello me alegró escuchar que iba a ser la tónica general que marcara la actuación del nuevo Ejecutivo, elegido el 14-M. Sin embargo, mi entusiasmo se ha venido abajo al comprobar que el talante gubernamental y el propósito de debate no han superado el primer mes de mandato. Me refiero a lo sucedido en los últimos días en relación con el pretendido debate sobre los horarios comerciales, un tema que afecta a millones de españoles y españolas… sobre todo a ellas, que todavía hoy son las que compran.

Y digo que afecta a millones de personas en España, porque todos somos consumidores, que no es lo mismo que compradores compulsivos, como algunos quieren dar a entender… Pero ahora les cuento brevemente mi decepción y después seguimos con este importante tema para todos.

Según aseguró el actual titular de Industria, Turismo y Comercio, José Montilla, al comienzo de la legislatura, antes de tomar decisiones sobre posibles nuevas restricciones al sector comercial, tendría en cuenta a todas las partes implicadas en el mismo: entiendo que se refería a las grandes, medianas y pequeñas tiendas y, por supuesto, a los consumidores, clientes de todas ellas, sin los cuales no habría comercio, ni grande ni pequeño.

Así que, menuda sorpresa me llevé al descubrir que el ministro anunciaba importantes reducciones en los horarios comerciales y los domingos y festivos que el comercio puede abrir sus puertas al público, sin haber contado con gran parte de las empresas del sector... y lo que es peor, tampoco con los consumidores.

Pero mi estupefacción no quedó ahí. Resulta que el titular de Comercio tampoco había dialogado con sus compañeros del Gobierno: al día siguiente, el vicepresidente segundo y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, le 'recordaba' que la actuación del Ejecutivo en materia económica 'estará presidida por los principios de libertad económica, impulso a la productividad, disciplina presupuestaria y transparencia'.

Aunque es de agradecer que haya dirigentes en este Gobierno que crean en las leyes del mercado, para mí y para nuestro sector económico, lo más importante es lo que opinen los consumidores al respecto. Porque serán ellos, y no las normas ni las leyes, quienes decidirán qué empresas continuarán jugando en el futuro. Y para ello no medirán los metros cuadrados de la tienda, es decir, si se trata de un comercio grande, mediano o pequeño, sino tendrán en cuenta qué comerciante es más eficaz a la hora de responder a sus necesidades de compra.

Porque hay que decir que el tamaño no garantiza el éxito. En el panorama comercial actual, los que sobreviven son los que son capaces de dar respuesta a sus clientes, aprovechando las ventajas que cada uno tiene sobre sus competidores: la especialización, la cercanía, la atención personalizada, una amplia gama de artículos, los mejores precios.

De ahí que, desde nuestra asociación Anged, reclamemos libertad para podernos adaptar a las exigencias de nuestros clientes, para poder satisfacer sus necesidades de compra. Eso no quiere decir que tengamos que abrir 90 horas a la semana los 365 días al año todos nuestros centros. Queremos, igual que en otros sectores, tener flexibilidad para poder planificar nuestro negocio lo más eficiente y responsablemente de cara a nuestro público. Basta con ir a cualquier centro comercial (incluyo aquí los urbanos) un domingo en el que las tiendas están abiertas, para comprobar que pequeños, medianos y grandes comercios están repletos de clientes.

¿Qué dicen al respecto los consumidores? El presidente de la Organización de Consumidores y Usuarios, Carlos Sánchez-Reyes, afirmaba recientemente que 'prohibir la libertad de horarios sólo protege al comerciante ineficaz' y añadía que la libertad de horarios es, sin duda, un derecho del consumidor. Y una necesidad. Cada día son más las mujeres que trabajan, los horarios laborales son largos y el consumidor no tiene tiempo de comprar. Si defendemos la liberalización del mercado, dejemos entonces que se regule solo'.

¿Y si extrapolamos este debate a otros sectores de características similares? A la hostelería y restauración, por ejemplo, porque además de realizar nuestras compras con tiempo, los domingos y festivos también nos gusta salir a tomar el aperitivo y comer fuera. ¿Por qué entonces los domingos pueden abrir los restaurantes y bares y no los comercios?. ¿No habría que reducir la actividad de todos los sectores los domingos y festivos para ser coherentes? ¿Alguien puede imaginar lo que serían los domingos en las ciudades con las tiendas, bares y restaurantes cerrados?. ¿Ciudades desiertas, quizás? ¿Por qué entonces el ministro Montilla considera prioritario restringir aún más la actividad comercial? Por más vueltas que le doy no encuentro la respuesta…

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