_
_
_
_
Crónica de Manhattan
Crónica
Texto informativo con interpretación

El futuro de Rumsfeld

El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, no quiere dimitir, pese a que dejó muy tímidamente abierta esta posibilidad en sus comparecencias ante el Congreso el viernes. Tampoco los congresistas, que le pidieron explicaciones sobre las torturas y humillaciones a los presos iraquíes, se lo solicitaron directamente a diferencia de lo que hicieron The New York Times, The Economist y el candidato demócrata John Kerry.

En la Casa Blanca, todo son apoyos para el responsable de la política de defensa de un país con dos guerras abiertas en una legislatura. Condoleezza Rice, consejera de Seguridad Nacional dice que Rumsfeld 'tiene el más fuerte apoyo posible por parte del presidente'. Hasta el secretario de Estado, Colin Powell, quien admite que las imágenes de las torturas son 'muy destructivas para nuestros esfuerzos en política exterior', ha defendido su labor.

La publicitada reprimenda privada por parte del presidente parece haber bastado. El Gobierno da muestras de no tener prisa por depurar hasta el fondo las responsabilidades, máxime cuando faltan seis meses para las elecciones y cuando según una encuesta de The Washington Post, siete de cada 10 americanos creen que Rumsfeld no debe dimitir. Sin embargo, no dejan de conocerse detalles que añaden presión interna sobre el responsable de defensa y probablemente su futuro en el Gobierno no esté totalmente decidido. Por un lado, el domingo se supo que en abril de 2003, el Pentágono aprobó técnicas de interrogatorios para presos en Guantánamo que permitían, entre otras cosas, la inversión de los procesos del sueño o largas exposiciones al calor o al frío. La lista de 20 técnicas de presiones físicas y mentales estaba aprobada por el departamento de Justicia. Esto evidencia que además del desdén por la Convención de Ginebra, desde el Pentágono están puestas en marcha políticas que han facilitado los abusos cometidos en Irak.

Por otro lado, dice Rumsfeld que hay más muestras de torturas. Y son peores. El senador republicano Lindsey Graham ha dicho que 'los americanos deben entender que hablamos de violaciones y asesinatos. No sólo de experiencias humillantes'.

Todo ello, junto con el hecho de que el apoyo a la guerra cae y que una parte de los militares cree que EE UU va a pagar con muchas vidas la misión imposible de democratizar Irak, puede hacer cambiar la opinión del presidente sobre el encargado de la guerra.

El Gobierno de EE UU debería, ahora que intenta involucrar a la ONU en Irak, oír más al escandalizado resto del mundo, aliados o no. Con el mal ya hecho, la dimisión no debería tardar para evitar que además sean meras razones electoralistas las que la precipiten. Eso sólo significaría que en Washington no se entiende la naturaleza del problema.

Archivado En

_
_