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Crónica de Manhattan
Crónica
Texto informativo con interpretación

Diplomacia fallida

Hay muy pocas cosas que el presidente de un país importador de petróleo pueda hacer para influir en la OPEP. Ni siquiera George Bush puede hacer mucho. Pero eso no lo sabía cuando en la campaña de 2000 dijo que utilizaría 'el capital político' que le daba el hecho de ser el hijo del presidente que liberó Kuwait y su amistad con la familia real saudí para influir en las decisiones del cártel. Un presidente debe 'ponerse al teléfono con el cártel de la OPEP y decirles: esperamos que abráis las espitas', decía.

Con los precios de la gasolina rondando máximos en EE UU y previsiones de que sigan subiendo, fue precisamente Arabia Saudí el país que lideró la decisión de los países petroleros de recortar producción. Bush ya había dicho, a través de su portavoz y su secretario de energía, Spencer Abraham, que está preocupado por el alto precio del crudo y su impacto en la economía. También está preocupado porque en noviembre hay elecciones, y demócratas como Edward Kennedy le echan en cara su poca influencia mientras 'seguimos perdiendo hombres y mujeres en Irak'.

No importa cuán frecuentes sean las visitas de la familia real saudí al rancho tejano de Crawford (que se ha convertido en la particular medida de la cercanía personal con el presidente). Las relaciones con Arabia Saudí son tensas y en el propio EE UU gusta poco que el presidente hable de democracia en Oriente Próximo y no muestre una mano más dura con el país de origen de los terroristas del 11-S y uno de los más hoscos a los valores que promociona Bush. Adicionalmente, la caída del dólar hace que a los saudíes, y a otros productores, no les cuadren las cuentas si no se sube el precio del barril.

Abraham dice que EE UU mantiene una 'diplomacia calmada' con respecto a la OPEP, alejada de las provocadoras frases de campaña y más en sintonía con el manual de relaciones internacionales que no siempre usa la Casa Blanca, probablemente para hacer valer el capital político del que hablaba Bush. Pero la semana pasada la calma cedió. Abraham admitió que han presionado para evitar el recorte y consiguiente subida de precios. En vano. Lo más que el presidente logró fue una visita del embajador saudí en Washington para asegurarle el compromiso de su país de producir el petróleo que el mundo demanda.

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