Un pulso que dura 200 años
Atenas se prepara para los Juegos Olímpicos del próximo agosto, los primeros del siglo XXI, con un lifting cuyo coste supera los 6.500 millones de euros. Pero la capital helénica tendrá que prescindir de algo que muchos consideran la joya de la corona de su maquillaje: las esculturas y los frisos que hace 2.500 años engalanaban el pórtico del templo del Partenón en la cumbre del monte de la Acrópolis y que desde hace dos siglos se encuentran expuestos al público en el Museo Británico de Londres. La obra consta de 17 figuras y parte de un enorme friso de 160 metros.
En los últimos meses se ha reavivado la polémica sobre lo que han llegado a denominarse los mármoles de Elgin, en referencia al aristócrata escocés Thomas Bruce, el Earl (barón) de Elgin que en 1806, siendo embajador de la Corte de San Jaime ante el imperio Otomano (del que Grecia formaba parte), mandó desmantelar las esculturas para llevárselas al Reino Unido. Lo justificó en que las esculturas fueron compradas y el templo estaba desmoronándose como consecuencia del bombardeo de las tropas turcas, que luego llegaron a utilizarlo como polvorín. Para los griegos fue un caso de expolio imperialista.
Lo que se conserva de los frisos en Londres representa un consejo de los dioses que celebraban la creación del hombre y contiene todos los elementos de los textos de Platón sobre la guerra entre Atenas y la Atlántida.
Ahora se ha lanzado en Londres una campaña en apoyo a las reivindicaciones del Gobierno griego, que exige la devolución de las esculturas a su patria natal. El ex presidente estadounidense Bill Clinton ha añadido su voz a la causa, que de momento sigue estancada ante la insistencia del Gobierno de Tony Blair de que las esculturas del Partenón forman parte del patrimonio de la humanidad y se quedan en Londres. Las autoridades del Museo Británico sostienen que las esculturas se encuentran mejor cuidadas y expuestas a un público más numeroso.
La última esperanza del Gobierno griego de recuperar las esculturas del Partenón antes del comienzo de los Juegos Olímpicos, que fue la construcción de un museo dedicado exclusivamente a las esculturas, se ha quedado en agua de borrajas. Un tribunal griego ha denegado el permiso para el proyecto de 90 millones de euros, alegando que significaría la pérdida de otras antigüedades que se encuentran frente a la Acrópolis, el lugar elegido.