El G-7 y la vuelta de la confianza
La estabilidad financiera es básica para asegurar que la tendencia económica al alza no se frustra antes de despegar. La autora pide una actuación concertada del G-7 en esta dirección y plantea modificaciones en el marco internacional de los tipos de cambio
Los ministros de Finanzas del G-7 están reunidos en Boca Ratón (Florida). Pocas veces había tenido esta reunión tanta importancia y tan profundas implicaciones para la zona euro, y la UE en general. Aunque el encuentro se produce en un momento en que, tras años de estancamiento, las perspectivas de la economía mundial parecen más brillantes de lo que se esperaba, seguimos necesitando urgentemente un desarrollo mundial sostenible y un crecimiento efectivo del empleo. A la vista de los desafíos de la globalización económica y su impacto político y social, las limitaciones de estas cumbres del G-7 son evidentes. Así que una vez más pido un Consejo Mundial de Seguridad Económica, donde todas las regiones del mundo estén adecuadamente representadas. En cualquier caso, el actual escenario todavía reclama medidas drásticas y la participación de todos los agentes económicos y políticos: hay que hacer algo para devolver la confianza.
Algo sin duda hay que hacer respecto a la excesiva fluctuación del tipo de cambio del euro. Los exportadores europeos están comenzando a sentir la presión y nos acercamos rápidamente al umbral de máximo daño. Pero no es sólo el euro; no es sólo Europa. Se trata de la naturaleza actual de la infraestructura mundial de tipo de cambios, que necesita que se ponga en orden. Un euro insoportablemente fuerte y una volatilidad desatada son peligros para la economía mundial y para los mercados financieros del planeta. Estos mercados necesitan comprenderlo y actuar en consecuencia.
Hemos entrado en un callejón sin salida. La economía financiera ha superado y despreciado a la economía real
Antes de abordar las posibles soluciones, ¿no deberíamos hacer una pausa y reflexionar sobre las raíces de estas tormentas monetarias? Me parece claro que hemos entrado en un callejón sin salida: la economía financiera ha superado y despreciado a la economía real, incapaz ésta de responder con incrementos de productividad suficientes a las extremas fluctuaciones de las divisas. Los ministros de Finanzas y los bancos centrales de las principales regiones deben coordinarse más estrechamente para que los emisores también contribuyan a la estabilidad con una intervención monetaria internacional.
Desequilibrios nacionales como los ingentes déficit fiscal y de la balanza de pagos de EE UU ejercen enorme presión en la arquitectura global financiera. El papel del dólar como única moneda de reserva mundial empeora aún más las cosas, en el sentido de que los europeos y otros países dependemos demasiado de la divisa verde y sus problemas. Ha llegado el momento de que la economía real rompa su subordinación a los mercados de divisas: debe quedar claro que habrá una actuación concertada del G-7 en esta dirección.
Y no es sólo la economía europea lo que está en juego. La volatilidad excesiva distorsiona todas las decisiones económicas y genera perversos efectos en los mercados mundiales y en la estabilidad financiera y económica mundial. En vista de todo esto, es claro que el sistema de tipos de cambio necesita una reforma radical. Iría hasta el punto de plantear la necesidad de un marco más variado de monedas de reserva y, en este sentido, el euro debe jugar un papel internacional fundamental. Además, la preservación de la estabilidad financiera es de la máxima importancia en un momento de incipiente recuperación económica como el que estamos viviendo. Los mercados necesitan esa estabilidad para asegurar que la tendencia económica al alza no se frustra antes de despegar.
Por consiguiente, lo que esperamos del encuentro del G-7 que hoy finalizará no es otra reunión rutinaria de amigos. Queremos acciones concretas. Los ministros de Finanzas deben aprovechar la oportunidad para sentarse y analizar la evolución de los tipos de cambio desde una perspectiva global y no desde un estrecho planteamiento nacional. Este diálogo debe producir decisiones concretas y específicas que apunten a una solución
¿Qué se puede hacer? Para empezar, necesitamos incrementar el intercambio de información y cooperar más estrechamente. El pulso de los mercados de divisas se podría tomar mejor creando un enlace permanente entre el secretariado del G-7 y los bancos centrales y los ministros de Finanzas. Esto crearía un sistema de análisis independiente y estable para compilar datos e informar con regularidad a los ministros del G-7. En segundo lugar, los encuentros del G-7 deberían producirse con mayor frecuencia, especialmente a nivel de secretarios de Estado, y debería tratarse de eventos más útiles que contribuyesen a ejercer una mayor presión entre las partes. Finalmente, el Fondo Monetario Internacional debe dedicar más recursos al seguimiento de los mercados de divisas para detectar actuales o futuras vulnerabilidades.
La estabilidad financiera es un bien público para todo el planeta y la base de una economía internacional saludable y próspera. Todos los Gobiernos y operadores del mercado deben contribuir a conseguir ese objetivo.