El G-7 y el exceso de expectativas
Pocas reuniones del G-7 han producido tantas expectativas como la que se celebra hoy y mañana en Boca Ratón (Florida). Una volatilidad en los mercados de divisas desconocida en mucho tiempo -con el dólar debilitado frente al euro, un competitivo yuan y aparentes intervenciones del Banco de Japón-, ha producido un escenario inquietante. Y cada vez se escuchan más voces pidiendo una intervención que reduzca la volatilidad en los tipos de cambio. Sobre todo, desde Europa.
El presidente del Banco Central Europeo (BCE) instó ayer a los siete países más industrializados del mundo a que tomen medidas para frenar la debilidad del dólar o, lo que es equivalente, la creciente fortaleza del euro. 'Tienen trabajo por hacer', sentenció Jean-Claude Trichet, después de que el BCE dejase los tipos de interés en el 2%.
El BCE pasa así la pelota al Grupo de los Siete. Pero existe un sentimiento generalizado entre los analistas de que el G-7 va a centrar su agenda en políticas para impulsar el crecimiento económico global, y no sellará un acuerdo sobre tipos de cambio que vaya más allá del obtenido en Dubai, cuando abogaron por 'más flexibilidad en los tipos de cambio'.
Para las potencias europeas, que han tardado bastante tiempo en reconocer que la fortaleza del euro dañará las exportaciones y el crecimiento de los Doce, no resulta fácil convencer a Estados Unidos de las ventajas de frenar el declive del dólar. Sin embargo, las presiones internacionales harán que el G-7 no pueda eludir el debate sobre la inestabilidad cambiaria.
Los expertos no esperan ninguna afirmación rotunda sobre los tipos de cambio. Pero en el pasado reciente ya hemos visto cómo meras sugerencias veladas tienen un fuerte efecto en los mercados.