Aznar y su camino
Deberíamos sentirnos orgullosos de que el presidente del Gobierno haya sido invitado a dirigirse al Congreso de EE UU, pero después de leer el texto de su discurso muchos buenos españoles se ven obligados a proclamarse ajenos a ese camino de servidumbre elegido por Aznar, que ha vuelto a ser exhibido en Washington. Es difícil imaginar cómo se puede mejorar España sobre la base del esfuerzo sostenido por partirla en dos de manera que todo aquello que unos invocan como enaltecedor sea percibido como humillante por la otra mitad. 'Coño, con Aznar', escribe el periodista en quien el presidente tiene puestas todas sus complacencias. 'Coño, con el charlotito insignificante de las diatribas de Felipe González en los años noventa', insiste el reputado académico.
He aquí el balance 'abrumadoramente positivo' dibujado por el inventor de la razón de este gigante inesperado, que se habría convertido 'en uno de los líderes más respetados del mundo', antes de asegurar que 'el Senado y el Congreso' de Washington se rindieron ante la palabra de José María Aznar: 'Presidió Europa con beneplácito general, negoció de tú a tú con Francia, Alemania e Inglaterra, robusteció la imagen española en Iberoamérica, achatarró los delirios del progresismo de salón y su beatería ante Castro, sustituyó a Francia entre los aliados de la Guerra Mundial'.
Claro que la realidad deja otras esquirlas porque del semestre de presidencia española de la UE nada ha quedado, de Francia hemos reescrito la historia de la reconciliación en términos de Francia es culpable, con Alemania no hay química, del éxito de la negociación hispano-británica ha quedado como muestra el fracaso de Gibraltar y la forma en que Toñín Blair ha sustituido a nuestro Aznar en el motor franco-alemán.
Es difícil imaginar cómo se puede mejorar España sobre la base del esfuerzo sostenido por partirla en dos
Todo eso, por no hablar del retroceso en Iberoamérica, donde hemos dejado de estar políticamente presentes, de que sólo con Aznar fue recibido Fidel Castro en Moncloa, del penoso espectáculo de las Azores sacando pecho de lata para ir a una guerra de mentiras y del intento de situar Perejil a la altura de las Navas de Tolosa y Lepanto con el resultado de enajenarnos a Marruecos y quedar en manos de Collin Powell para lo que guste disponer en el futuro sobre el Estrecho, como sucedió cuando Kissinger respaldó la marcha verde del rey Hassan II, que nos costó aquella salida vergonzante del Sáhara, declarado provincia española por el generalísimo Franco.
Pero nada más instructivo que la lectura del texto pronunciado en el Congreso de Washington por Aznar, del que es inútil buscar eco alguno en la prensa, radio y televisión de EE UU. Del interés de semejante intervención entre los miembros de la Cámara de Representantes y del Senado puede dar idea que apenas el 10% de sus integrantes acudieron a la convocatoria.
De modo que más de 500 escaños fueron rellenados por figurantes para evitar que se clarearan las filas como sucede en los Oscar de Hollywood, donde los regentes del espectáculo cuidan de que se ocupen inmediatamente las butacas de los desertores.
Memorable que, mientras Bush y Blair se ven forzados a formar comisiones de investigación sobre los errores y mentiras de los servicios de inteligencia, Aznar asestara al auditorio aquello de que cree 'irresponsable abrir el debate sobre las armas de destrucción masiva'.
Pero también cabe subrayar otros detalles, como el silencio en torno a las virtudes del déficit cero, clave del arco del éxito económico español y del desastre norteamericano. Inexplicable por qué renunció a lucirse allí a impartir una lección sobre el equilibrio de los Presupuestos que los expertos han llegado a denominar Budget of Mass Destruction. Tampoco es explicable que Aznar callara en aquel hemiciclo su lema de que 'en la lucha antiterrorista no hay atajos' y abundara sobre lo inaceptable de la situación de los presos en Guantánamo con un español incluido o de los que siguen desde el 11-S sin saber de qué se les acusa ni acceso a la defensa letrada.
Y en cuanto a Cuba, puestos a invocar a Naciones Unidas, qué valioso hubiera sido que además de sumarse a la democratización pendiente reclamara el fin del boicot comercial impuesto por Washington a la Isla, de conformidad con lo solicitado año tras año por la Asamblea General. Pero Aznar prefirió transitar por el camino de servidumbre. Como dijo Chumy Chúmez, con nuestro pan se lo coma.