La reunión del G-7 en Florida parte de un escenario dividido

Poco se espera de la reunión de Boca Ratón, Florida, donde a partir de mañana y hasta el sábado se darán cita los siete países más industrializados (G-7) y los banqueros centrales, para discutir, entre otros puntos, el que más les une, el monetario. EE UU ya ha manifestado que resistirá a las quejas de la UE exigiendo una contención de la caída del dólar, que daña a los exportadores europeos pero beneficia a los nacionales.

La creciente volatilidad cambiaria centrará el debate de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido este fin de semana. Analistas, economistas y mercados aguardan a saber si será simple objeto de discursos manidos, en los que los poderosos volverán a desgranar sus preocupaciones por el baile en los mercados de divisas, en boca de todos desde hace meses (hoy, en la del presidente del BCE), o si lograrán una declaración contundente y consensuada para apoyar al maltrecho billete verde.

Los países de la zona euro transmitirán a Washington sus quejas sobre la carga que soporta su moneda por la depreciación del dólar, incidiendo negativamente en sus exportaciones y, por ende, en sus economías. EE UU, sin embargo, ve favorecidos a sus exportadores y no atisba huella alguna del desplome del dólar en su tasa de inflación. El secretario del Tesoro, John Snow, sugirió que resistirá la embestida europea, lo que ha sido interpretado como una declaración sin escrúpulos de que seguirá impulsando un dólar débil para que su economía crezca imparable, a pesar de las quejas.

Los expertos han advertido ya estos días que Japón, EE UU y la Unión Europea son incapaces de ponerse de acuerdo sobre la necesidad de frenar el deterioro del dólar y el fuerte encarecimiento del euro y el yen. Creen que los ministros de finanzas de los Siete bordearán el problema para alinearse en torno a una contribución de las dos zonas geográficas al crecimiento mundial. Y que, en lo venidero, el dólar seguirá en picado.

Crecimiento mundial

Los gobiernos de la zona euro se han quejado de que la declaración de septiembre de 2003 del G-7 en Dubai, que buscaba mayor flexibilidad en los tipos de cambio, fue interpretada como una luz verde para que los mercados vendieran dólares por euros y para librar a otros países. Japón y China, países a los que iba dirigido el texto, continúan interviniendo para limitar la caída del dólar o atando sus monedas al dólar estadounidense.

Francia espera de esta cita en EE UU que se extraiga un mensaje "más positivo" sobre el crecimiento mundial que el de la última reunión. Desde su Ministerio de Finanzas, han surgido rumores consistentes de que ejercerá presión sobre sus seis homólogos y los responsables de los bancos centrales para subrayar la necesidad de reformas estructurales, dentro y fuera de la eurozona, y pedirá reformas a EE UU y Japón.

A comienzos de esta semana, el director del FMI, Horst Köhler, pidió una estrategia económica global para lidiar con la volatilidad de las divisas, e instó a todas las áreas económicas a poner de su parte para restaurar la estabilidad. Atribuyó el alemán los fuertes reajustes monetarios y, en especial, la caída libre del dólar, a desequilibrios en las balanzas corriente y comercial. También el eje franco-alemán se ha referido con máxima preocupación al déficit fiscal y corriente de EE UU, por el peligro que entraña para la recuperación de la zona que el tándem lídera. El presidente del Banco Central alemán, Ernst Welteke, aseguró a tres días del encuentro que exigirá a EE UU que corrija sus desequilibrios.

Crisis de deuda y conflictos abiertos, en la agenda

Los responsables financieros de los siete países más ricos deben examinar también la forma de abordar posibles crisis de deuda de países emergentes, a la luz de lo ocurrido con Argentina, y la forma de poner en marcha una acción internacional en favor del desarrollo. También se tratarán cuestiones políticas, con análisis de los problemas más acuciantes de Irak, Afganistán y Oriente Medio.