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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El voluntarismo de Davos

La élite política y empresarial ha vuelto a darse cita en el Foro de Davos para analizar los puntos claves de la geopolítica y la economía mundial. Un ejercicio que ha servido, sobre todo, para constatar que los aparentes éxitos obtenidos en 2003 no ofrecen demasiada garantía de estabilidad para este año y los que están por venir. Las mayores economías del mundo han dejado atrás la recesión, las empresas han saneado sus balances y empiezan a mejorar los resultados, las Bolsas lograron recuperar buena parte del terreno perdido en los últimos años y los reguladores del mundo desarrollado han dado pasos decisivos para mejorar el buen gobierno corporativo y extremar la defensa de los pequeños inversores.

Sin embargo, persisten desequilibrios importantes que siguen amenazando la economía global, hay escasos avances en la ronda liberalizadora del comercio mundial y cada día que pasa surgen nuevos escándalos empresariales que cuestionan la validez de las recién estrenadas leyes de buen gobierno. En el terreno político, persiste la tensión en Oriente Próximo y el fin de la guerra de Irak no ha servido ni para pacificar este país ni, como pretendía la Administración Bush, para espantar la amenaza del terrorismo global.

En el terreno económica, Estados Unidos y sus enormes déficit siguen aportando un elemento de inestabilidad grave para la mayor economía del mundo. Además, la sospecha generalizada de que el país está permitiendo una fuerte y acelerada devaluación del dólar para impulsar la competitividad exterior de sus industrias es vista con creciente preocupación por el resto del mundo. No sólo en Europa, que teme los efectos de la acelerada revalorización del euro, sino también en otros bloques como la OPEP, que reconoce que el desplome del dólar está provocando especulación en el mercado petrolero.

En cuanto a la Unión Europea, todo el mundo coincide en que el proceso de reformas liberalizadoras impulsado en la cumbre de Lisboa avanza con una lentitud exasperante y ello supone el principal lastre para lograr una reactivación económica sólida y duradera. Davos ha servido, además, para poner de nuevo en evidencia las diferencias de opiniones en asuntos tan importantes como cuál es el nivel de subida del euro a partir del cual del BCE debe plantearse bajar los tipos de interés para compensarlo.

China emerge como estrella indiscutible en el bloque de economías emergentes. Y Latinoamérica estuvo prácticamente desaparecida en este debate global debido, entre otras cosas, a la ausencia de la mayoría de los líderes de la región.

Como receta para el futuro inmediato, los líderes reunidos en Davos aconsejan redoblar los esfuerzos para luchar contra la pobreza mundial. Esa, aseguran, es la mejor fórmula de promover un crecimiento global sostenible y una mayor seguridad mundial. Un bonito enunciado que pocos se atreverán a disputar. Sin embargo, adolece de mero voluntarismo porque se ve acompañado de escasos compromisos en firme sobre cómo conseguir librar esta batalla crucial para todos.

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