Una sentencia ejemplarizante
Un tribunal parisino acaba de condenar al banco Morgan Stanley a indemnizar al fabricante de artículos de lujo LVMH (Moët Hennessy Louis Vuitton) con 30 millones de euros por los daños 'morales y materiales' que le provocó ofreciendo a los inversores análisis sesgados sobre la compañía. LVMH aduce que Morgan Stanley pretendía beneficiar a su rival Gucci, que era cliente preferencial del banco y se defendía en esos momentos de un intento de compra de la propia LVMH. Los jueces han dado la razón al líder de la industria mundial del lujo, y la condena a Morgan Stanley sienta el primer precedente sancionador en Europa contra prácticas que tuvieron mucho que ver con la crisis de confianza que inundó a los mercados tras la explosión de la burbuja de las tecnológicas en 2000 y, sobre todo, tras el estallido del caso Enron a finales de 2001.
La sentencia se produce, además, en un momento en el que estalla en Europa el tercer gran escándalo contable. Tras las crisis de la holandesa Ahold y la italiana Parmalat, ahora es la multinacional suiza de empleo temporal Adecco la que reconoce 'debilidades' en sus sistemas de control interno y posibles irregularidades contables.
Adecco ha retrasado la publicación de sus resultados correspondientes a 2003. Pero los inversores ya han interpretado la noticia como la confirmación de que aflorará algún agujero importante y el precio de las acciones de la compañía se ha desplomado.
Confiemos en que este nuevo caso no se traduzca en un desánimo generalizado en los mercados, que hasta ahora han ido digiriendo con relativa calma los otros escándalos contables europeos. Pero este nuevo caso debe servir de aviso para los reguladores europeos y para las propias compañías. El buen gobierno corporativo debe ser algo más que un eslogan de moda que sirva de pretexto para hacerse fotografías de cara a la galería. Y las autoridades tienen una responsabilidad de primer orden a la hora de garantizar que estas reglas ponen el listón alto. Y que, además, se cumplen.