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Columna
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Francia es culpable

Acabamos de comprobar una vez más aquello de que la historia sucede primero como tragedia y luego vuelve a repetirse como comedia. Los más viejos del lugar recuerdan la imagen del cuñadísimo Ramón Serrano Suñer en el balcón del palacio de Santa Cruz arengando a la muchedumbre reunida por falangistas y demás clientes al grito de ¡Rusia es culpable!, justo en vísperas del envío de la División Azul con el encargo de defender la civilización cristiana y occidental frente al ateísmo marxista leninista y la conspiración judeo-masónica-bolchevique. Pues a esa imagen se ha superpuesto ayer, sin que la monarquía parlamentaria articulada en la Constitución de 1978 tenga analogía alguna con la dictadura precedente, la del portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso de los Diputados, Luis de Grandes, una de las más finas escopetas del reino, señalando que ¡Francia es culpable!

Por fin sabemos gracias al clarividente análisis del portavoz de los populares que 'en su desmedida ambición por entrar a formar parte del club de los inmortales, Francia prefirió jugar a la política de trapicheo partidista, con una conducta maliciosa y parcial, en lugar de adoptar la postura de la que un personaje de su importancia y pasado debería haber hecho gala'. Así que censura a la 'ambición desmedida', desmesura en su 'pretensión de formar parte del club de los inmortales', rechazable 'preferencia por jugar a la política del trapicheo partidista', abierta imputación de sostener una 'conducta maliciosa y parcial' y recriminación sin ambages por el abandono 'de la postura de la que un personaje de su importancia y pasado debería haber hecho gala'. Toda una retahíla de expresiones a las que se unen las utilizadas a continuación por Luis de Grandes para subrayar cómo las diversas iniciativas que el benemérito presidente del Gobierno 'presentó en aras de lograr el consenso necesario' fueron rechazadas 'por la intransigencia absoluta' de Francia que 'desgraciadamente cambia demasiado a menudo de ideas fijas'.

¿En qué han quedado, pues, las severas instrucciones impartidas por Moncloa y Exteriores al terminar el Consejo Europeo del pasado fin de semana en Bruselas de parar el hostigamiento a Francia? ¿Por qué España ha pasado de sentirse integrada en el eje que desde el inicio de la Comunidad Europea han patrocinado Francia y Alemania a adivinar que es precisamente en esa conjunción donde residen todos los males sin mezcla de bien alguno para nosotros? Era necesario para que prosperaran nuestros intereses que nos quedáramos en Bruselas completamente solos, abandonados incluso por los polacos que tantos ardores nos suscitaban. ¿Como en la novela de Mario Vargas Llosa Conversaciones en la catedral tendremos que preguntarnos invariablemente cuándo se jodió nuestra relación con Francia y en qué momento el eje franco-alemán dejó de sernos conveniente? ¿Cuál ha sido la dieta intelectual o política a la que han estado sometidos los equipos y altos responsables del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos para que sus deposiciones sean todas del más negro color antifrancés? ¿Por qué un empresario tan sintonizado con París como para presidir durante años la filial española de Peugeot puede terminar hablando como el alcalde de Móstoles de la perfidia francesa y gritando poco menos que muerte al gabacho?

La cuestión a considerar es si el peso de España es independiente de la forma en que comparezca

La cuestión a considerar es si el peso de España en la escena europea e internacional es independiente de la forma en que comparezca: unida en el consenso de su política exterior o diezmada por el enfrentamiento y el antagonismo cainita entre las fuerzas políticas del arco parlamentario. De la misma manera que en política de defensa hemos llegado a una situación inédita en la que por primera vez hay fuerzas españolas desplegadas fuera de España sin el respaldo de todos. Y además, cuando se hacen ofertas para recuperar el consenso perdido, la respuesta que ofrece el aznarismo es la de proceder a la descalificación de los interlocutores a los que se intenta situar en las tinieblas exteriores de la insolvencia mientras se prosigue el destrozo institucional con reformas del Código Penal colgadas de enmiendas pintorescas en el Senado a la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos Generales del Estado. Por eso, cuando el Rey dice al nuevo presidente del Parlamento de Cataluña que hablando se entiende la gente suena a descubrimiento colosal.

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