Competitividad a la baja
El sector exterior lleva meses contribuyendo de forma negativa al PIB y, según la idea dominante propugnada por el Gobierno, ello se debe sobre todo a la crisis que atraviesan países como Francia y Alemania, que absorben el 30% de las exportaciones españolas. Según esta tesis, tan pronto como el tándem franco-alemán recupere la senda del crecimiento, el sector exterior volverá a contribuir de forma positiva al PIB y la economía española alcanzará, cómodamente, una velocidad de crucero del 3%. Sin embargo, las cifras de comercio exterior no se corresponden con esta teoría. Las exportaciones a Alemania seguían creciendo a un ritmo del 10,3% interanual en agosto (última cifra disponible) y las que tienen por destino Francia lo hacían un 7,2%. Ambos datos superan la media de aumento de las exportaciones, que fue del 5,4%.
Lo que realmente parece estar dañando la balanza exterior es la progresiva pérdida de competitividad de la industria española. Según los cálculos de la Secretaría de Estado de Comercio, la industria española sufrió una pérdida de competitividad de cuatro puntos porcentuales respecto a los mercados de la OCDE en el primer semestre del año. Buena parte del fenómeno corresponde a una revalorización del euro que no afecta a las exportaciones que tienen como destino países con los que compartimos la divisa. Pero un 40% corresponde a un diferencial de inflación que pesa con fuerza en industrias claves. Para defender su cuota en el exterior, los exportadores españoles están viéndose forzados a bajar los precios a la exportación de manera agresiva, con el consiguiente daño en los márgenes de beneficio. Una senda que no puede mantenerse con carácter permanente.
Las patronales, con excepción de la del sector turístico, aseguran que no hay nubes en el horizonte. Pero las cifras aconsejan, como mínimo, un análisis detallado de la posición competitiva de la industria española para asegurarnos de que los números rojos de la balanza exterior no se convierten en estructurales.