Gigantes bajo sospecha
Las dimisiones del presidente de Boeing, Phil Condit, y del de Skandia, Bengt Braun, vuelven a hablar a las claras de la necesidad de introducir un código ético de verdad, riguroso y creíble, en la vida de las empresas y en la actuación de los ejecutivos. Cierto es que la renuncia de Condit no tiene nada que ver con la salida de Braun, que promete ser un episodio más dentro del mayor escándalo económico sueco en los últimos años. Pero no es menos cierto que empresas de la talla del gigante aeronáutico estadounidense o de una de las mayores aseguradoras europeas están bajo sospecha. Y lo están cuando aún retumba el eco de los escándalos de Enron o Worldcom y cuando la justicia estadounidense tiene en el punto de mira a varios fondos. La falta de credibilidad y la incertidumbre son malas compañeras de viaje para los negocios. La claridad y el comportamiento ético son mandamientos a los que no debe renunciar un ejecutivo.