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Una herencia maldita persigue a las químicas alemanas

Casi sesenta años tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el pasado nazi sigue persiguiendo a algunas grandes empresas germanas. Es lo que ha sucedido con el grupo químico Degussa, uno de los mayores de Europa, que ha estado a punto de perder un importante contrato y sufrir serios daños de imagen por sus actividades del pasado. La discusión sobre el pasado nazi de algunos consorcios alemanes, sobre todo, del sector químico, ya estaba abierta.

Degussa recibió el encargo de suministrar 40 toneladas de un protector contra pintadas de graffiteros para proteger el megalítico monumento a las víctimas del Holocausto de Berlín y que consta de 2.700 bloques de cemento en una superficie de 19.000 metros cuadrados. El protector Protectosil de Degussa era la oferta más barata y eficiente de las presentadas. Sin embargo, la firma alemana fue apartada del proyecto tras difundirse que una ex filial suya fabricó durante el Tercer Reich el famoso gas Zyklon B, con el que los nazis asesinaron a millones de judíos. Las obras se paralizaron durante algunas semanas, hasta que el patronato que supervisa la construcción decidió finalmente readmitir a Degussa. 'La Degussa de hoy es una empresa totalmente distinta', dijo Wolfgang Thierse, presidente del Parlamento alemán y de la fundación encargada del proyecto.

Para muchos supervivientes del Holocausto o para los descendientes de los que perecieron es difícil aceptar que las sucesoras de algunas compañías que apoyaron a Hitler sigan existiendo en la actualidad, pese a ser firmas muy diferentes. Los conocidos grupos químicos BASF, Degussa o Hoechst (hoy Aventis) formaron parte hasta el final de la guerra del poderoso consorcio IG Farben.

El presidente del Parlamento, Wolfgang Thierse, sale en defensa de las empresas del sector

Fundado en 1925 tras la fusión de varias químicas, era uno de los mayores grupos industriales del mundo. El apoyo entre la compañía y el régimen nazi fue mutuo y total: 'Sin IG Farben, Alemania nunca se hubiera podido embarcar en una guerra', dijo uno de los directivos del grupo, Heinrich Bütefisch, al final de la contienda. En sus fábricas trabajaban en 1944 unos 83.000 trabajadores forzosos y prisioneros de los campos de concentración que fabricaban, entre otros productos, gas para el exterminio de judíos. Tras la guerra, los aliados dividieron IG Farben en docenas de empresas, entre ellas BASF o Bayer. La compañía se mantuvo, sin embargo, como fideicomisario de los activos que llegó a poseer y sus acciones, que han seguido cotizando en Bolsa, aportaron importantes ganancias. Desde comienzos de 2001 a mediados de 2003 los títulos del grupo triplicaron su valor.

A mediados de noviembre se declaró la insolvencia del consorcio. Los responsables acusaron de la misma a la sociedad de participaciones WCM, que debería haber adquirido los bienes del grupo y finalmente no lo hizo. Las posibilidades de que las víctimas reciban una compensación económica son, ahora, menores que antes, ya que primero cobrarán los acreedores. A diferencia de sus empresas sucesoras, IG Farben no participó en el fondo del Gobierno y la industria para compensar a las víctimas de trabajos forzosos y la fundación del consorcio creada para este fin no ha repartido hasta el momento ninguna indemnización.

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