Presumir de cosecha propia
Aseguran que uno de los grandes sueños secretos de Winston Churchill fue poner su nombre a un champán famoso. Y que no paró hasta conseguirlo. Ahora, bodegas de Rioja lo han puesto más fácil. Por una media de 2.500-3.000 euros, usted puede conseguir disponer de una cosecha seleccionada, mimada en los cementerios (algo así como el sancta sanctórum de la bodega) y etiquetarla con su propio nombre. Nada menos que presumir de una añada propia para deslumbrar a los invitados.
El bodeguero Santiago Ijalba, que ha creado recientemente uno de estos selectos clubs que van popularizándose en el sector, ha incorporado también otras ventajas para los socios que se unan al mismo.
'Los miembros tendrán preferencia para utilizar las instalaciones sociales de la bodega para sus actos sociales o reuniones de empresa. Hemos construido dos comedores con una decoración especial y ofrecemos la posibilidad de que los socios del club opten por la adquisición de crianzas o reservas. Además hemos aprovechado las nuevas tecnologías para que la inscripción en el club pueda realizarse por Internet'. Para ello los usuarios sólo tienen que acceder a la web de la bodega: www. santiagoijalba.com.
¿Cuáles son las condiciones para pertenecer a unos clubs tan selectos? La primera, darse bastante prisa porque las existencias son muy limitadas. El grupo Bodegas y Bebidas, que ha creado un club en Ysios, la bodega diseñada por Santiago Calatrava en la villa alavesa de Laguardia, a 15 kilómetros de Logroño, tiene puesto el límite en 300 personas para su exclusivo Reserva 1999.
Isabel Adrián, directora de comunicación del grupo, señala que 'en menos de cuatro meses se ha cubierto la mitad de las solicitudes, con un precio de 2.928 euros por barrica'.
El segundo de los requisitos consiste en adquirir, cuando menos, una barrica de la añada seleccionada, lo que supone un volumen de 300 botellas.
A partir de la formulación del encargo, todo queda ya en manos de la bodega. Sus expertos se encargarán de mimar este vino, conducirlo hasta los nichos del cementerio donde se dan las más adecuadas condiciones de humedad y temperatura, embotellarlo y personalizarlo con la etiqueta del cliente y entregarlo cuando éste lo requiera.
Santiago Ijalba subraya que 'no es sólo un vino excepcional el que las bodegas de Rioja ofrecen a los socios de sus clubs; también está la cultura y el entorno que reflejan las propias instalaciones donde esos caldos se producen. Nuestra bodega, por ejemplo, está íntimamente unida a la ermita de San Felices, patrono de Haro y maestro de San Millán, dos monjes que influyeron profundamente en la cultura de esta tierra. Por eso, la oferta de las instalaciones sociales de las bodegas riojanas va mucho más lejos de constituir un recinto más o menos lujoso; son verdaderos mosaicos culturales'.
Un placer adicional para los socios de los clubs es el de poder contemplar cómo evoluciona su vino en un ambiente íntimo y alejado del mundo, dentro de los cementerios de que disponen las bodegas. Una contemplación que resulta particularmente enriquecedora, si se tiene en cuenta que los vinos ofrecidos a los clubs constituyen el fruto del seguimiento de los ciclos vegetativos de los viñedos a través de pautas de cultivo singularizadas para cada una de las parcelas.