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La opinión del experto

Despilfarrar experiencias

Antonio Cancelo muestra, con el ejemplo de una iniciativa argentina, la necesidad que existe de aprovechar todo tipo de enseñanzas, sobre todo en momentos de crisis

La experiencia realizada en Argentina a lo largo de cuatro años mediante la constitución de centros de desarrollo empresarial en tres zonas previamente seleccionadas pretendía mejorar la gestión de las pymes, impulsando la oferta de servicios de consultoría y facilitando su utilización por aquéllas. Al parecer había, y debe seguir habiendo, una gran escasez de consultores, si se exceptúan los núcleos urbanos más importantes, por lo que el intento de mejorar la oferta en otras áreas respondía al deseo de que las empresas pudiesen acceder a técnicas más avanzadas de gestión que mejoraran su respuesta a los mercados.

El análisis de la situación y el diseño de la respuesta que se consideraba más adecuada se gesta en el marco de un convenio que se establece entre el Banco Interamericano de Desarrollo y la Unión Industrial Argentina, dos entidades de prestigio para esperar un halagüeño resultado final. Así ha ocurrido, según testimonian todos los implicados en la operación, incluidos los responsables de la gestión de los centros. Estos últimos dejaban traslucir inquietud al hablar del futuro de sus trabajos, ya que ahora tendrán que enfrentarse al mercado sin ninguna cobertura, con sus propio recursos.

En principio entendí normal el hecho de que, tras cuatro años de soporte financiero, debieran ser sus clientes los que soportaran el coste de funcionamiento, ya que de este modo mostrarían irrefutablemente el interés y valoración de los servicios prestados. Así también se liberarían recursos para la ampliación de la experiencia. Estaba equivocado; desaparece el apoyo simple y llanamente porque se acaba el proyecto. El seminario en el que se presentan los éxitos conseguidos es al mismo tiempo su certificado de defunción. Se exponen los resultados como prueba de un trabajo bien realizado y se aplaude la validez del diagnóstico previamente elaborado y la buena concepción y gestión del modelo elaborado. Los aplausos suenan unánimes, sin que se atisbe no ya la más ligera de las críticas, sino ni siquiera el ruego de que no se dé por concluida una experiencia que todo el mundo valora, más en una situación del país en el que la evolución de la economía ha empeorado notablemente respecto a la ya deficiente en que se encontraba al inicio del proyecto.

El asombro alcanzaría su máxima cota cuando en la clausura del Seminario un directivo del Banco Interamericano de Desarrollo insiste en la evolución positiva de la experiencia y añade que su coste económico ha sido reducido, hasta el punto de que su ampliación al conjunto del país podría hacerse sin que el monto total superara la media de los proyectos en los que participa el banco. Culmina la intervención de este directivo con un aplauso cerrado, dando por concluido el proyecto y el seminario. Espero que en el tú a tú posterior alguien comente al menos con extrañeza lo ocurrido, pero al parecer todos se encuentran muy contentos con el desarrollo de los acontecimientos y yo no me atrevo a perturbar tal estado de ánimo. Pasado el tiempo y recuperada la distancia, la sensación de irrealidad no ha hecho sino acentuarse. Diseñar un proyecto de apoyo al desarrollo empresarial de las pymes es ya de por sí una tarea compleja; testar su validez mediante aplicaciones piloto es un ejercicio recomendable para experimentar en la práctica si se cumplen los supuestos establecidos; extender la experiencia, caso de conseguir el éxito en las pruebas realizadas, es una obligación.

De no seguir esa secuencia lógica habrá que pensar que en el diseño el medio se ha convertido en el fin y que el intento tenía más contenido de juego que de búsqueda de instrumentos tendentes a mejorar la gestión empresarial, base, dicho sea de paso, para ayudar a salir al país de una situación altamente preocupante, en la que, según se afirmó allí públicamente, un 50% de la población se encuentra fuera del circuito del mercado.

Desaprovechar las enseñanzas obtenidas de experiencias reales en las que se han invertido importantes recursos económicos y esfuerzos humanos considerables es un despilfarro que nadie debería permitir, pero menos quienes están más necesitados. Salir de cualquier situación de crisis consiste precisamente en lo contrario, aprovechar intensivamente los medios existentes, sin desperdiciar la menor de las oportunidades.

Tengo la impresión de que si en la sala se hubiera producido una reflexión sobre la conveniencia de continuar con el programa, de la coherencia de utilizar, entendiéndolo, el aprendizaje obtenido, el banco, que es el que financia, habrían prometido como mínimo analizar la posibilidad.

Quiero creer que la posibilidad que mostraron los asistentes se debió más a su pertenencia, escorada al mundo académico, funcionarial, consultorías, en detrimento del empresarial, que a la percepción de la incoherencia que allí se estaba perpetrando.

Salir de cualquier situación de crisis consiste en no desperdiciar la menor de las oportunidades

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