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Cinco sentidos

Ambientes clásicos para los nuevos sabores del Este

Terminada la época del turismo de masas, las ciudades despiertan a ese otro viajero que aprecia como ninguno el placer de sentarse a una buena mesa tras largas jornadas de trabajo. Empieza la temporada alta de los viajes de negocios y le proponemos un recorrido por tres países que, además de poner todo su empeño en atraer capital extranjero, cuentan con establecimientos en primera línea del lujo.

En pleno Parque Municipal de Budapest (Hungría), detrás de la Plaza de los Héroes, se encuentra el restaurante Gundel. De él se dice que es el lugar más sofisticado al este de Viena y al oeste de San Francisco. Con tal margen geográfico siempre habrá espacio para la discrepancia, pero de lo que no hay duda es de que detrás de este local hay 150 años de historia, hay arte porque sus salones albergan una estupenda pinacoteca modernista y, por supuesto y sobre todo, están los bocados exquisitos, obra del chef Kálmán Kalla.

En Gundel hay que pedir una mesa en su interior. A pesar del agradable jardín (también acondicionado para las épocas frías), gran parte de su encanto está en los salones, varios de ellos especialmente adecuados para reuniones privadas de hasta 70 comensales y dignos herederos del lujo austrohúngaro.

Entre los platos, una elección acertada pasa por degustar el hígado de oca. Los puristas pueden deleitarse con el sandwich de manzana y foie; para paladares aventureros, el plato de degustación de foie le dará la ocasión de probar su variedad ahumada. Toda una experiencia. Como curiosidad, enfrente del Gundel, al borde del estanque del parque, hay un restaurante de estilo kitsch conocido por ser donde la estrella porno Cicciolina celebró su boda con el pintor Jeff Koons.

Frente al río Vlatava, en Praga (República Checa), a la altura del puente de Carlos, se halla el restaurante Bellevue. Cuenta con tres espacios para grupos de 20, 30 y 60 personas. En el Bellevue, el foie es de pato y acompaña a platos como el solomillo de ternera en cama de espinacas.

Siguiendo hacia el norte, la capital polaca ofrece un peculiar espacio muestra del nuevo poder económico que está surgiendo. En pleno parque Lazienkowski de Varsovia, un antiguo invernadero de naranjas ha sido reconvertido para albergar el restaurante Belvedere. Delante de la fachada principal de cristal se disponen las mesas del jardín. En el interior, salones para reuniones privadas de estilo clásico y rincones tranquilos de ambiente moderno satisfacen todo tipo de encuentros. Sus platos son el fruto de chefs de toda Europa. Como en los otros establecimientos, los propietarios del Belvedere se enorgullecen por tener a sus mesas a políticos, diplomáticos y artistas.

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