La estabilidad y la ley de la gravedad
Los ministros de Economía de la UE parecen a punto de encontrar la salida de la encrucijada en que están hace muchos meses. Desde que la actividad comenzó a ralentizarse en la zona euro, los responsables comunitarios han dudado entre la trillada senda del rigor presupuestario o la desafiante del estímulo al crecimiento. La fidelidad estricta a la letra del Pacto de Estabilidad había paralizado hasta ahora la capacidad de reacción y los defensores a ultranza del déficit cero parecían a punto de ganar la partida. Pero Francia ha puesto en cuestión el dogma y la teoría, negándose a aplicar unas normas que amenazaban con sumir a la zona euro en una recesión de graves consecuencias.
Al final se ha impuesto algo tan elemental como la ley de la gravedad, y ayer el sentido común se notó en la reunión del Ecofin en Luxemburgo. Las peticiones de rigor fiscal a Francia, que en 2004 violará por tercer año consecutivo el límite máximo de déficit público, fueron acompañadas de palabras de comprensión hacia las dificultades económicas galas. Incluso España, paladín del déficit cero, suavizó la presión.
La Comisión Europea deberá buscar ahora una fórmula que permita preservar el espíritu del pacto y el rigor presupuestario, pero sin agravar los problemas económicos de Francia y el resto de países de la Unión. Bruselas debe encontrar interpretaciones que ajusten la ley a la realidad, y no al revés.
El grave problema del crecimiento a largo plazo, sin embargo, no admite subterfugios legales. La alharaca en torno a la llamada acción europea para el crecimiento, de la Comisión, sobre inversiones en grandes infraestructuras, debatida ayer en el Consejo, no es más que la enésima cortina de humo para ocultar los lastres estructurales de la economía europea. De poco sirve un inventario de las grandes obras que necesita Europa (transporte, redes eléctricas, banda ancha) si no la acompaña una detallada asignación de partidas presupuestarias. Apelar al capital privado sin garantías concretas es un canto de sirena al que pocos acudirán si los Gobiernos no actúan como potentes catalizadores.