El techo del mundo
Hace 50 años que fue conquistado el Everest. Los alpinistas dieron a conocer al mundo un pequeño reino secreto, que pronto se convirtió en un mito
F
ue en 1953. El coronel Hunt había dado una orden al neozelandés Edmund Hillary y al sherpa local Tensing Norgay: 'Tenéis que llegar'. Tras 17 días de marcha, al alba del 26 de abril, la cordada tenía la cima a su alcance. Hillary fue el primero en abordarla. Tensing llegó dos metros después. Los dos hombres se estrecharon la mano, pero aquello resultaba frío, así que se abrazaron emocionados. Tensing depositó sobre la nieve algunas ofrendas a los dioses, galletas y unas onzas de chocolate; Hillary dejó el crucifijo que le había entregado el coronel Hunt. La noticia llegó a Inglaterra justo en vísperas de que fuera coronada Isabel II. La hazaña de los dos montañeros dio la vuelta al mundo y marcó un hito en la historia, no sólo del deporte, sino de la aventura humana en general.
Al cumplirse medio siglo de aquella epopeya, muchas cosas han cambiado. Si Hillary se quejaba de que el Everest se parecía 'a una calle peatonal de Londres' porque en un solo día de 1993 habían hollado la cima 37 alpinistas, éste año se han batido todos los récords: unas 500 personas subieron a la cumbre en el mes de la efemérides, incluidos equipos de televisión retransmitiendo en directo. Se ha programado un número récord también de expediciones para esta temporada jubilar y algunas voces empiezan a protestar por el impacto de tanto ajetreo, sin contar con que algunos alpinistas serán muy profesionales, pero poco escrupulosos en cuestiones de basura. Pero el Nepal necesita visitantes. Aunque el turismo sólo representa el 2,9 del PIB del país, es una de las pocas alternativas serias a la agricultura artesanal. Sin embargo, hace siete años guerrilleros maoístas alentaron una rebelión. Las cifras de turistas cayeron en picado: si en 1999 aún pasaba de medio millón el número de viajeros, el año pasado no llegaban a la mitad. Otro asunto que contribuyó muy poco a mejorar las cosas fue el asesinato del rey y su familia por el propio heredero, quien después se suicidó. 'El turismo sólo puede crecer en un clima de paz y seguridad', afirmó recientemente el primer ministro Lokendra Bahadur Chand, tras firmar su Gobierno un cese el fuego con la guerrilla, en enero pasado, y echar a andar la campaña Destino: Nepal para devolver al país su aureola.
Un prestigio que le marca como gran mito viajero. Hasta 1950, el pequeño reino del Himalaya (como un tercio de España y unos 22 millones de súbditos) había estado cerrado al mundo. Fueron los alpinistas quienes propalaron sus secretos. Y entonces aquello se llenó de soñadores y aventureros, hippies de los años sesenta y desencantados del mayo francés y otros brotes contestatarios à la page. El cannabis y el exotismo de Katmandú se aliaron para convertir aquella capital en una meta. Katmandú ya no es lo que era, desde luego, pero el viajero que llega a estas alturas aún tiene que frotarse los ojos y tomarse su tiempo para asimilar aquella explosión de colores y sensaciones que le trasladan, todavía, a un tiempo descolgado y remoto.
Katmandú, con la plaza Durbar, donde está el Palacio Real, y las callejuelas que la rodean, no da tregua a la mirada, y el tumulto de dioses y animales repintados, de diosas de pechos turgentes y brazos numerosos, de banderolas de oración cortando el aire se suma el trajín de comerciantes y vendedores de máscaras y tangkas, estatuillas de bronce y recuerdos maravillosos. En un palacio del barrio Thamel, por unas cuantas rupias, se puede ver asomada a una ventana a la Kumari, la niña-diosa que dejará de ser ambas cosas con su primera menstruación. No están lejos de Katmandú Bodmath, donde está la estupa (templo budista) más grande de Nepal, con los ojos de Buda mirando en las cuatro direcciones, o Patán y Bhaktapur, antiguas capitales de reinos de bolsillo (antes de la unificación del país en el siglo XVIII) y que se parecen mucho a Katmandú. Más alejada queda Pokhara (una hora de avión, ocho en autobús), en un valle henchido de vegetación y con un lago que espeja las crestas nevadas de los Annapurnas (norte y sur) y el afilado y pintoresco Machapuchare, el único pico de la zona aún no conquistado; los sherpas rehúsan profanar su sagrada cima.
Localización
Cómo ir. KLM (902 222 747) vuela desde Madrid o Barcelona a Bangkok, vía Amsterdam, y desde allí se continúa a Katmandú en vuelo compartido con la Royal Nepal Airlines, el precio del billete ida y vuelta es a partir de 850 euros. Thai Airways (917 820 520) vuela desde Madrid a Katmandú vía Roma y Bangkok desde 1.100 euros.Formalidades y alojamiento. Para ir a Nepal, además del pasaporte en regla, se necesita un visado que se puede gestionar en el Consulado de Nepal en Barcelona (C/ Aragón, 184, 934 526 360). No son obligatorias vacunas. El viajero por libre puede encontrar en Katmandú y Pokhara una buena oferta hotelera, desde hoteles lujosos (como el Soaltee Crowne Plaza, 977 1 272555, a 190 euros la doble) a modestas pensiones de 10 euros por persona y día.Viajes organizados. Catai ofrece varios programas, como De viaje por India, Nepal y Tailandia, 15 días desde 1.797 euros, o Indo, 19 días por India y Nepal desde 2.658 euros. Mundi Color Iberia ofrece un viaje a la India y Nepal de 19 días, desde 2.363 euros. Indoriente tiene un paquete de 8 a 11 días, a partir de 1.162 euros. Rutas 10 propone un viaje a Nepal y Tibet de 14 días a partir de 1.912 euros.