Carly, la más poderosa y la menos envidiada
Hace seis años que Carly Fiorina, directora general y consejera delegada de Hewlett-Packard, no se baja del número uno del ranking de la revista Fortune sobre las mujeres más poderosas en los negocios. A sus 49 años, Fiorina está al frente de una empresa de alta tecnología, con una capitalización bursátil de 47.800 millones de dólares.
Por detrás de ella se encuentra la presidenta y consejera delegada de Ebay, Meg Whitman, que el año pasado quedaba en el tercer puesto, y Andrea Jung, con las mismas responsabilidades en Avon y que escala desde la quinta posición de 2002.
El estudio de Fortune revela que sólo dos españolas, Ana Patricia Botín (repitiendo en el puesto 20) e Isabel Aguilera (de NH Hoteles y ocupando el número 49), figuran en el ranking internacional de 50 mujeres que un año más tiene en cabeza a la líder del grupo editorial Pearson y que este año incluye una rareza en el puesto 40. Se trata de Lubna Olayan del conservador reino de Arabia Saudí.
Olayan es consejera delegada de Olayan Financing, una empresa de su padre, y es uno de los ejemplos de una de las conclusiones que extrae la revista. ¢La más intrigante diferencia entre la lista de EE UU y la internacional¢ es que, en esta última, 14 de las 50 mujeres han heredado el puesto o están en él por razones familiares. En EE UU, estos casos son cuatro contados. Pero una de las cuestiones que más llama la atención es que, siendo Fiorina la más poderosa, pocas mujeres quisieran andar en sus zapatos. Según Fortune, aunque las mujeres entrevistadas quieren que se llegue a la igualdad con los hombres y que haya un porcentaje mayor de ellas en la dirección de empresa, muchas no lo querrían para ellas y valoran más la influencia que puedan tener que el rango a alcanzar.
Jamie Gorelick, ex vicepresidenta de la financiera Fannie Mae, asegura a la revista que el secreto es que ¢las mujeres demandan más satisfacciones de sus vidas que los hombres¢ y, obviamente para ella, no todas están en el trabajo.
Recientemente la ex secretaria de Estado con Bill Clinton, Madeleine Albright, decía en la presentación de sus memorias que creía que, si hubiera estado casada, le habría sido más difícil estar en su puesto. ¢No quiero decir que sea imposible para cualquier otra mujer, porque me molesta hasta pensarlo, hablo por mí misma¢.
Por lo que se desprende del estudio, muchas mujeres se piden a sí mismas más que los hombres y muchas veces dudan de su capacidad para llegar a puestos, cuando los hombres no lo suelen hacer, y renuncian a promociones.
La paridad puede que venga de la actitud de los propios hombres. Fortune cita a Cathy Chamberlain, de la consultora CTC, que hace seguimiento de actitudes corporativas y asegura que tras 25 años de estudios empieza a ver que los hombres tienden a estar molestos con el precio personal que exige el éxito, por lo que desean más el equilibrio que quieren las mujeres.