Podrás leerlo sin problemas
Estos días circula por la Red un párrafo con las letras bailadas que, no obstante, es fácilmente legible. Santiago Satrústegui extrae algunas conclusiones que traslada al campo de la inversión
Sgeun un etsduio de una uivenrsdiad ignlsea, no ipmotra el odren en el que las ltears etsan ecsritas, la uicna csoa ipormtnate es que la pmrirea y la útlima ltera esten ecsritas en la psiocion cocrrtea. El rsteo peuden estar ttaolmntee mal y aun pordas lerelo sin pobrleams. Esto es pquore no lemeos cada ltera por si msima snio la paalbra cmoo un tdoo.
El original de este texto está en inglés, también perfectamente desordenado, y circula desde hace poco por la Red. Aunque la propia lectura del mismo confirma su afirmación, no parece que el estudio al que se alude exista en la realidad.
Pero sin necesidad de esperar a la explicación científica de por qué somos capaces de leer y entender el mensaje con una ortografía tan desordenada, podemos sacar alguna conclusión que será interesante trasladar a otros órdenes distintos del lingüístico.
Lo primero que vemos es que, aunque el párrafo transmite toda la información que pretende comunicar, no resistiría, palabra a palabra, la contrastación con el diccionario y menos aún el paso por un corrector ortográfico. De hecho, para que el conjunto de este artículo tenga algún sentido habrá sido necesario que el editor del periódico haya validado subjetivamente lo que las máquinas le habrán indicado sistemáticamente como redacción incorrecta.
Los árboles, el bosque y quién deja ver a quién, es la línea argumental que más rápido nos viene a la cabeza, pero en esencia lo que más debería llamarnos la atención es la tremenda capacidad que tiene el ser humano para entender cualquier cosa si la perspectiva es la adecuada. Sin embargo, conseguir el enfoque adecuado no es tan sencillo; existe el peligro de bloquearnos durante mucho tiempo tratando de ver las cosas como nos gustaría que fuesen, mientras otros, con el distanciamiento necesario, están interpretando correctamente las señales.
Cada dato económico que vamos conociendo, cada análisis o cada cotización son letras desordenadas que tratan de conformar un mensaje para los inversores hasta ahora poco inteligible. El empeño de los analistas por encontrar la solución mediante la aplicación a los datos de la lupa y el microscopio, lo único que está consiguiendo es una foto, cada vez más borrosa y, como consecuencia, una incertidumbre que crece cada día.
Las recomendaciones, las inversiones e incluso los negocios exigen un enfoque mucho más sencillo (aunque no soy un técnico en fotografía creo que un gran angular sería la lente correcta), porque en contra de lo que muchos piensan, los inversores siempre entenderán aquello que se les explique.
No explicar tiene a corto plazo, para muchas entidades, la ventaja de seguir haciendo el agosto en septiembre, con productos costosamente garantizados en los que a cambio de una supuesta seguridad el inversor renuncia a todo lo demás, rentabilidad y movilidad incluidas.
Pero la seguridad, como único argumento, lleva inexorablemente a la rigidez y a la falta de valor añadido. Los tiempos que vivimos pueden entenderse con creatividad y confiando en las capacidades de las personas. Sólo con diccionarios y manuales no hay salida.