La mano milagrosa ha desaparecido
La corriente alcista actual comenzó la semana antes de la guerra de Irak y ha continuado hasta el viernes. Desde entonces han sido muchas las ocasiones en que los índices han desfallecido, como si se tratara de personas físicas que compiten en una veloz carrera. Siempre que los indicadores han flaqueado ha aparecido, no obstante, una mano mágica y reparadora que les ha insuflado fuerzas suficientes para seguir en la competición.
Algunos observadores de Wall Street han escrito recientemente que la mano en cuestión es la de la Reserva Federal, que ha actuado de dos maneras. Una con riego de liquidez a manguerazos. Una especie de barra libre para todos, con dólares a mansalva que han ido a engordar la burbuja del mercado de valores y la del inmobiliario. La otra forma de intervenir, siempre según observadores cualificados de la Bolsa de Nueva York, ha sido a través de la compra de futuros por el propio regulador.
Algunos noveles se han rasgado las vestiduras cuando se han aireado estos ademanes, como si se tratara de una herejía. Desconocen que no es la primera vez ni la última que un banco central interviene en los mercados de valores. El Banco de España fue muy activo en los setenta y primeros ochenta comprando acciones. El Banco de Japón lo sigue haciendo hoy y, es más, la semana pasada apuntó que seguirá en la misma línea.
Cabe colegir, por tanto, que el propósito de la Reserva Federal es que el castillo no sea de naipes y que la estructura se mantenga aunque tenga goteras por todas partes. Lo importante, como ya sucedió en una final de un Mundial de fútbol, es marcar gol, aunque sea con la mano, esa mano de Dios a la que aludió aquel día Maradona.
Por eso, lo importante ahora para los observadores es averiguar si la mano misteriosa va a aparecer o si, como algunos insinúan, se va a tomar un periodo de vacaciones a la espera de una gran corrección.