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Futuro
Columna
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Héctor Enrique y Gerhard Schröder

Schröder ha reaccionado como un mal perdedor. Para Santiago Satrústegui, las transferencias que llegan desde Alemania no garantizan por sí mismas una buena evolución económica

En el Mundial de Fútbol de México jugado en 1986, Diego Armando Maradona, en plenitud deportiva en aquellos momentos, anotó contra Inglaterra el que para muchos sigue siendo el mejor gol de la historia de los Mundiales. Las selecciones de Argentina e Inglaterra se disputaban el acceso a semifinales, pero el partido tenía un significado mucho más profundo al enfrentar a las dos naciones, protagonistas de la todavía reciente guerra de las Malvinas.

Después de marcar, por primera vez, con la ayuda de la famosa mano de Dios, Maradona recibe un balón cerca de su propia área, adivina un hueco y se lanza en una rápida carrera con el balón hacia la portería contraria que termina en el famoso gol, tras haber pasado entre todos los defensores del equipo rival y regateado al portero. Argentina ganó el partido por dos a uno, la victoria sirvió de bálsamo a las heridas todavía abiertas y el pelusa consolidó su candidatura a mejor jugador de todos los tiempos.

En 1996, España vivía una profunda crisis de credibilidad, y sus variables macroeconómicas se encontraban muy alejadas de las exigidas para entrar en la moneda única. A base de trabajo, rigurosidad en el gasto, modernización de las infraestructuras y liberalización de los mercados, fuimos capaces de aprobar con nota el examen de acceso al euro. Desde entonces hemos ido acortando el diferencial con nuestros socios europeos y en estos momentos, en los que Europa no crece, España mantiene un crecimiento aceptable, cumpliendo con el compromiso de contención del déficit.

Después del partido, cuando los jugadores albicelestes celebraban su victoria en el vestuario, Héctor Negro Enrique, el jugador que cerca de su propia portería había pasado un inofensivo balón a Maradona, hizo una broma que vale casi más que el gol y, con la autoestima que derrochan los argentinos, reprochaba a sus compañeros: 'Mucho elogio para Dieguito, pero con el pase que le di el gol estaba hecho.'

Gerhard Schröder es alemán y, aunque intentara hacer una broma, nunca tendría la gracia porteña del negro Enrique, pero desgraciadamente sus razonamientos sobre las verdaderas causas del crecimiento español son mucho más una reacción de mal perdedor que un chiste.

Es indudable que las transferencias que le llegan a España desde Alemania tienen un efecto positivo para nuestra economía, por otro lado, mucho más relacionado con la contención del déficit que con el crecimiento, pero éstas no son más que el resultado de los acuerdos necesarios para la construcción de la Comunidad Económica Europea y, como demuestran los negativos resultados de otros países, no garantizan por sí mismas una buena evolución económica.

Los problemas de Alemania tienen que ver sobre todo con la alegría económica con la que afrontaron su reunificación, no con su aportación al crecimiento del resto de Europa y, desde luego, no con sus transferencias a España. A nosotros, por otro lado, nos viene mejor que los alemanes nos sigan haciendo aportaciones a que dejen de hacerlo y debemos entender que si les tocamos insistentemente las narices diciendo que no controlan su déficit y nosotros sí y que nosotros crecemos y que ellos no, nos acabarán diciendo que las transferencias nos las haga Rita la cantaora.

La historia del fútbol tiene una doble deuda con Héctor Enrique. Supongamos que el canciller también bromeaba.

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