Bancos de inversión y falsa modestia
En plena canícula, esa que ha hecho historia desgraciada por haber superado las barreras de lo soportable, la banca de inversión estadounidense se ha dedicado a lanzarse versos y requiebros, como en los mejores tiempos. Se han mirado a los ojos, con el ánimo de seducir, y han iniciado un movimiento de recomendaciones favorables con retroalimentación incluida. Como en los mejores tiempos, que por eso los índices están en máximos.
Aturdía al máximo la ola de calor en la víspera de la Virgen de agosto, cuando las Bolsas despertaron de la siesta. O del letargo, que eso es difícil de ponderar. Justo cuando los futuros de agosto vencían. Una vez más, coincidencia con singular evento, máxime en un mercado que se mueve al compás de los derivados.
Los medios de comunicación, que hasta entonces sólo traían en sus primeras páginas los efectos letales de la masa de fuego que arrasaba media Europa, se vieron obligados a reparar en los mercados, porque los máximos del año, puro simbolismo, cifras que dicen muy poco, se alcanzaban de norte a sur, de este a oeste. La semana siguiente, la pasada, continuaron los festejos.
En este cambio de rumbo, con más ruido que nueces, porque los máximos se han conseguido con músculo escaso, la banca de inversión ha generado multitud de recomendaciones con todos los sectores examinados con su lupa particular. En las dos últimas semanas el sesgo de las expectativas es muy alcista. Palabras como sobreponderar o comprar vuelven a los listados. La banca de inversión se autorrecomienda, pero utiliza al adversario. Yo te recomiendo a ti y tú, claro, no me vas a hacer un feo. Tú también me recomiendas, incluso elevas y mejoras el perfil que antes te he dado a ti.
Todo parece indicar que esta ceremonia de agasajos múltiples obra efecto en el ánimo de los pequeños inversores, de nuevo encandilados con las Bolsas.