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Tribuna
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Horizonte inmobiliario

En este mes de agosto, normalmente ayuno de noticias económicas de calado, me he fijado en dos titulares, los dos correspondientes al mismo día, el 13, (cruzaremos los dedos).

La primera es una simulación demográfica elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que prevé que la población extranjera se duplique, pasando del 5% en 2001, a un arco comprendido entre el 9% y el 12% del total de la población en 2010, entre 4 y 5,5 millones de personas, lejos de los 1,5 millones de 2001.

Las hipótesis se basan en una horquilla de entradas anuales entre 250.000 y 400.000 inmigrantes, que según estima el INE, generarán tensiones en el mercado laboral y en el inmobiliario, al no disponer de importantes recursos para la compra de viviendas.

La segunda noticia, procedente del Servicio de Estudios del BBVA, nos anuncia que se prevé una caída de la demanda de viviendas en 2004 por la subida de los tipos de interés.

El informe añade que el sector de la construcción, que ha sido el principal motor del crecimiento de la economía española en los últimos años, experimentará incrementos más moderados en 2004, junto a una pérdida del gasto de los hogares, que se verá compensado con la mejora del entorno exterior por la recuperación de la economía internacional.

Nos parece indiscutible, y beneficioso, que tenga que producirse una disminución de la demanda de primera vivienda, sobre todo si, en efecto, los tipos suben.

El efecto positivo será un enfriamiento del incremento imparable de precios y, esperemos, que un bloqueo del tan temido estallido de la burbuja inmobiliaria, que tantos augures mediáticos han paseado por las páginas de los medios de comunicación.

Lo que está claro es que una situación de estabilidad política y económica y una histórica bajada de los tipos de interés, junto con la flexibilidad de los préstamos hipotecarios en sus plazos, han sustentado un largo ciclo de confianza del mercado y un incremento estable de la demanda del sector inmobiliario.

Recordemos que este sector representa el 40% de la construcción que, a su vez, sustenta el 14% del PIB y es, como decíamos, la principal locomotora de la economía española.

Pues bien, este sector, tan denostado últimamente, tiene que responder imaginativa, solidaria y consistentemente a las amenazas de futuro.

Codo con codo con las Administraciones públicas, tiene que hacer frente al reto de proporcionar viviendas dignas a los inmigrantes y, siguiendo los pasos del turismo, que ha situado históricamente a España como el segundo país del mundo en ingresos y número de turistas (aportando más del 12% al producto interior bruto), tiene que plantearse como objetivo prioritario fomentar la atracción de residentes extranjeros a España.

El turismo residencial puede transformarse en un eficaz soporte de la actividad inmobiliaria española, equilibrando la seguramente inevitable desaceleración de la demanda interna de viviendas.

Pidamos, todos unidos, el respeto que el sector turístico ha conseguido a lo largo de la historia y el apoyo de la Administración que considero debe tener un sector como éste, vital para la economía y vital para la imagen de España en el exterior.

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