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Tribuna
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Crecimiento, inflación y China

Parece un título extraño, ¿verdad? Pero en nuestra opinión resume los principales interrogantes a los que se enfrentarán los inversores a la vuelta de vacaciones en septiembre.

Las Bolsas anticipan el crecimiento. Aunque nosotros seguimos considerando que en un mundo tan complejo como el actual la evolución de los mercados de valores puede influir en la recuperación. Se trata de favorecer las expectativas de los agentes económicos, llámense consumidores o inversores. ¿Y qué mejor forma de aumentar el optimismo hacia el futuro que unas Bolsas al alza?

Por lo que respecta a la inflación, los datos (y la propia actuación de las autoridades) siguen apuntando a que el mayor riesgo a lo largo de los próximos meses no será tanto un repunte de los precios como que continúe su moderación. Y partiendo de los bajos niveles actuales de la inflación, su caída futura seguirá dando alguna validez al escenario de deflación.

La subida de los tipos de interés de la deuda va a suponer un empeoramiento en las condiciones de financiación de las empresas Si el euro y el yen se mantienen o se deprecian frente al dólar, el peso del ajuste del déficit de EE UU puede venir por la subida de la moneda china

En nuestra opinión, no es tanto la deflación como la desinflación el principal argumento que cuestiona los repuntes actuales de los tipos de interés a medio y largo plazo. Se trata de una incertidumbre en los mercados de deuda que puede llevar a un aumento de la volatilidad en el resto de los mercados financieros. E incertidumbre que puede también perjudicar a la recuperación del optimismo sobre el futuro por parte de los agentes económicos.

Y sólo nos queda China. ¿Qué por qué aludimos a este país? Muy sencillo: la posibilidad de que el renminbi se aprecie en los próximos meses puede centrar el debate dentro de los mercados de cambio. Y nos referimos al debate, ya habitual, sobre la necesidad de reducir el déficit corriente de la economía de Estados Unidos. Se trata de eliminar riesgos para que la futura recuperación económica sea sólida.

Siendo la economía norteamericana la que liderará la recuperación económica mundial, su elevado déficit corriente (y por tanto, déficit de ahorro que tiene que financiarse en el exterior) puede suponer una amenaza para el crecimiento.

Tras tres años de caídas, la fuerte recuperación de las Bolsas mundiales en los últimos meses parece marcar un cambio de tendencia. Aunque es preciso ser cautelosos: su valoración sigue siendo alta en términos históricos, pero más barata en términos relativos a otros instrumentos de inversión como es el caso de la deuda.

Para que las Bolsas continúen su subida es preciso que los inversores finales vuelvan al mercado, algo que ya hemos comenzado a observar aunque de forma aún muy tímida. Y la reducción de la aversión al riesgo de los inversores pasa por la combinación de tres factores: mejora en las perspectivas de beneficios por las empresas y para el crecimiento económico, pero especialmente un escenario (económico, financiero y político) más estable.

La recuperación económica es casi segura en los próximos meses, lo que puede continuar con la recuperación ya observable en los beneficios registrados por las empresas. Aunque mejorará su calidad: desde los recortes de gastos en la actualidad hasta el esperado mayor protagonismo futuro de los ingresos.

Lo que parece evidente es que la subida de los tipos de interés de la deuda va a suponer un empeoramiento en las condiciones de financiación de las empresas. Un mayor coste asumible por el momento, dado que los tipos de interés siguen siendo muy bajos desde una perspectiva histórica.

Pero también un coste adicional que puede suponer una amenaza dado el equilibrio precario de la recuperación. Un buen ejemplo lo tenemos en la importante aportación que para el consumo privado norteamericano ha supuesto la monetización de los menores tipos de interés en la deuda.

Y cuando hablamos de la necesidad de que los mercados se estabilicen no podemos olvidarnos del dólar.

O mejor dicho, de su contrapartida frente al euro. Hasta el mismo presidente del Banco Central Europeo (BCE), Wim Duisenberg, ha considerado de forma indirecta que es deseable que la moneda europea pierda parte de las ganancias de los últimos meses. Naturalmente, sin hablar de niveles objetivos.

Si el euro y el yen se mantienen o incluso se deprecian frente al dólar, el peso del ajuste del déficit corriente norteamericano tiene que venir por la subida de otras monedas. ¿Quizá la moneda china? En esto parecen coincidir ahora tanto las autoridades europeas como japonesas y las norteamericanas.

El propio secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Snow, ya ha considerado públicamente que sería deseable una subida del renminbi en los próximos meses. Pero esto es improbable que ocurra a corto plazo, al menos en una elevada magnitud, por dos razones:

La necesidad que tienen las nuevas autoridades de China de fomentar el crecimiento.

El gradualismo en su toma de decisiones. La economía china tiene un superávit corriente cercano al 2% del PIB, pero muy inferior a las entradas de capitales del exterior (más del doble el año pasado). Sin duda, parte de las entradas de capitales ahora anticipan una subida de la moneda. Una especulación a la que las autoridades chinas no quieren contribuir.

Bueno, aún tenemos tiempo para pensar en todo lo anterior. Y con esto no sólo me refiero a que estamos en verano. De hecho, es más que probable que tardemos aún meses antes de confirmar el cambio en el ciclo económico y para los mercados. Y más de un año para observar un cambio de actitud sobre su moneda por las autoridades chinas.

Será, pues, necesario ser pacientes.

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